DESARROLLO PERSONAL Archives - Cognitio https://cognitio.com.ar/category/desarrollo-personal/ Teoría y método para la organización mental Thu, 16 May 2024 15:13:51 +0000 es-AR hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.7.1 Mecanismo de la mente violenta https://cognitio.com.ar/mecanismo-de-la-mente-violenta/ Tue, 18 Feb 2020 15:53:21 +0000 http://cognitio.com.ar/?p=2084 Todos vivimos una cultura atravesada por un dualismo en el que la declamación de conductas éticas no logran concretarse en actitudes que las respalden de [...]

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Todos vivimos una cultura atravesada por un dualismo en el que la declamación de conductas éticas no logran concretarse en actitudes que las respalden de manera viva y concreta, quedando en la simple teoria. Los padres, educadores y líderes políticos proclaman valores y desde diferentes rincones de la comunidad se busca instaurarlos ante el desánimo de una crisis que los considera irreversiblemente perdidos.

Nadie puede explicar por qué ocurren ciertas aberraciones que antaño estaban en el cómodo catálogo de las cosas “que nunca van a ocurrir”. Los hechos nos están diciendo que ese catálogo es anticuado, que todo es posible y puede suceder. Así, en un lugar impensable de encuentro y diversión juvenil, ocurren situaciones en las cuales los participantes liberan sin control la violencia que tienen dentro de sí mismos.

Analizar tal violencia desde la periferia de los efectos es insuficiente, porque nos detiene en la espuma de los hechos sin llegar al fondo de sus verdaderas causas. Detrás de tanta angustia y contradicciones, se esconde la usina generadora de los desaciertos e incoherencias: la mente obnubilada y descontrolada, potenciada por la frivolidad y la insensibilidad.

La perturbación mental que se observa en autores de delitos aberrantes y de actitudes reñidas con la convivencia, proviene de pensamientos e imágenes que dominan sus mentes. Sea para lavar el amor propio herido, para salir del anonimato, por venganza, sea por el desplante recibido por portar tal idiosincrasia o modo de ser, o por una broma mal interpretada, todo ello desencadena, en quienes se encuentran faltos de recursos mentales y emocionales, un juego de imágenes que obnubilan la mente, destemplan el razonamiento y anestesian la conciencia.

Ante una usina mental con semejante perturbación, y sin las herramientas que permitan el control de sí mismo para enfrentar a conciencia el desborde, seguramente el desenfreno y la conducta violenta serán el resultado de una alteración y penumbra atribuíbles a la dejadez y a los hábitos disfuncionales que debilitan el querer consciente.

Por eso, es necesario tener en cuenta los aspectos cognitivos, emocionales e instintivos que se presentan y actúan a instancias de una conciencia cauterizada que responde ciegamente a una multiplicidad de estímulos seductores. En esta vida edulcorada por ilusiones, sin creatividad y mucho aburrimiento, la fuerza vital de la virtud queda debilitada y deja a los jóvenes en el océano de la deriva, buscando la forma de matar el tiempo.

Para que un valor se concrete y plasme en la conducta y en la convivencia, hay que acceder al peldaño de la virtud. Cuando los valores se activan y adquieren vida en un pensar, sentir y actuar conscientes, se transforman en cualidades y actitudes orientadas al bien. Aplicar este principio ético permitirá resolver las causas de la violencia social y comprender el mecanismo de la mente en la que se gesta la trama de la anarquía interna.

El debilitamiento y falta de voluntad genera la sumisión ante los atractivos de la vida fácil y de la comodidad, donde la falta de proyectos anestesia la inteligencia y potencia la ilusión de que todo vendrá de arriba sin esfuerzo ni disciplina. En los rincones de una mente solitaria, deprimida, reprimida u oprimida, el bullicio anárquico de los pensamientos pugnan por convertir en realidad cualquier absurdo o disparate.

Si tenemos en cuenta que el tramo que va de la indiferencia a la violencia está compuesto por tramos de aburrimiento, desgano, desamparo y anarquía, el gran desafío para los padres y educadores actuales será trabajar para que los adolescentes y jóvenes puedan conocer sus propias imágenes y tendencias impulsivas sin ignorar la máxima socrática del “conócete a ti mismo”.

Si la escuela y la familia enseñaran a observar el contenido de los pensamientos e imágenes mentales que dominan la conducta humana y brindaran el método para un constructivismo pedagógico en el que prevalezcan metas de superación personal y compromiso social, es probable que los valores se fortalecerían en cada virtud y la violencia se debilitaría gradualmente

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Análisis de la impaciencia desde la teoría sistémica de los procesos  https://cognitio.com.ar/analisis-de-la-impaciencia-desde-la-teoria-sistemica-de-los-procesos/ Thu, 20 Jul 2017 17:50:19 +0000 http://cognitio.com.ar/?p=1915 Cuando la impaciencia hace fracasar los proyectos La impaciencia proviene de la aceleración mental que adopta formas de ansiedad, abandono o apuro frente a los [...]

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Cuando la impaciencia hace fracasar los proyectos

La impaciencia proviene de la aceleración mental que adopta formas de ansiedad, abandono o apuro frente a los proyectos. Es decir, es una disfunción que se activa en el momento de ejecutar o imaginar los procesos y actividades relacionadas con la obtención de un objetivo.

Observando nuestra vida cotidiana, encontraremos que para algunos proyectos tenemos capacidad de espera, que es la paciencia, y para otros, en cambio, nos inquietamos acelerando o abandonando la obtención del resultado que esperamos. En este último caso, desaparece la espera y caemos en la impaciencia.

Para comprender nuestros estados de impaciencia, es fundamental tener un registro o percepción mental acerca de la distancia temporal entre la intencionalidad del objetivo y las alternativas de la ejecución. Al respecto, los antiguos filósofos distinguían entre el fin en su faz intencional y el fin en su faz de ejecución.

Así, por ejemplo, si no conocemos la distancia y el recorrido del camino que debe realizar quien es esperado por nosotros, seguramente nuestra imaginación habrá acortado ese camino suponiendo que es más corto que el real. Es así como, en ese margen de espera ficticio, la intranquilidad aparece mucho antes. Pero quien conoce el trayecto, en cuanto a recorrido, tiempo y dificultades, estará sereno frente a un margen de espera real.

Lo mismo ocurre en las actividades laborales y cotidianas de la índole que fuere. Para la construcción de una casa, para el arreglo de un artefacto, para los resultados de una campaña publicitaria, para la venta y conocimiento de un producto nuevo, el interesado seguramente estará impaciente si desconoce los procesos hasta que aparezcan los resultados que espera. De allí que quienes no tienen paciencia, abandonan el camino iniciado, haciendo fracasar el proyecto.

En consecuencia, la raíz de la impaciencia y de la incapacidad para esperar está en el desconocimiento del proceso, lo que conduce a ignorar y a no tener noción de los tiempos de realización. Esto explica por qué el agricultor inexperto y sin información no sabe esperar y malogra con su abandono y descuido su esfuerzo inicial por desconocer el trayecto temporal que va desde la semilla que siembra hasta la cosecha que espera. 

Por eso, una clave para la vida práctica es tener en cuenta que la paciencia está ligada al conocimiento de los procesos. De allí que la recomendación es buscar previamente la información acerca de la naturaleza del proceso que conduce al resultado que esperamos. De lo contrario, sobreviene un estado de ansiedad, abandono y decepción por impaciencia.

Contra lo que habitualmente se cree, la paciencia no es un estado o cualidad generada por la resignación ante la pérdida. Por el contrario, es un estado activo de la mente que conoce cómo se van a desenvolver los procesos involucrados para lograr un objetivo.

Así, el médico sabe esperar la cura del enfermo por la posesión de conocimientos acerca del proceso de la curación y de la enfermedad. De manera similar, el educador tiene la paciencia necesaria porque conoce la dinámica mental y la complejidad del aprendizaje. Quien en el momento presente inicia un trámite burocrático, seguramente quiera el resultado pasados unos pocos días; ello se debe al desconocimiento de los circuitos administrativos, a no haber previsto la desidia del responsable o a no conocer los procedimientos engorrosos y complejos.

Al respecto, hay procesos relacionados con trayectorias fijas y estables y que pertenecen al plano tangible y corpóreo de los que es posible anticipar con más acierto los tiempos de la espera. Pero hay otros procesos, como los relacionados con el aprendizaje, con los cambios culturales y sociales, con la toma de decisiones, con el cambio de vida, con la mejora personal, con la propia superación, que escapan a los intentos de cuantificación de la espera de los resultados.

Por eso, la madre tiene la paciencia y la capacidad de espera para la logoversión o cambio de actitud de su hijo a través del trayecto que ella percibe e intuye con más sensatez y equilibrio que los demás. Esto significa que los procesos que requieren espera de nuestra parte, exigen serenidad y cautela respecto de aquellos procesos que ignoramos su naturaleza y la dinámica de su trayectoria.

En un plano de observación más sutil, el conocimiento de sí mismo, que conlleva no sólo la aceptación de las propias limitaciones y la comprensión de nuestro talento y capacidad sino también la realización de un proceso de superación de las deficiencias, exige advertir que tal proceso exige un caudal superior de paciencia respecto de los procesos comunes. De allí que el “conócete a ti mismo” socrático sintetiza y expresa la dimensión y el alcance de la paciencia

Dr. Augusto Barcaglioni

 

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El itinerario temible de padres ricos y emprendedores https://cognitio.com.ar/el-itinerario-temible-de-padres-ricos-y-emprendedores/ Sun, 28 May 2017 23:17:21 +0000 http://cognitio.com.ar/?p=1869 Hijos dependientes y sin iniciativas paralizados en la dejadez Es frecuente observar un hecho muy llamativo e inexplicable que en nuestros días parece adquirir una [...]

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Hijos dependientes y sin iniciativas paralizados en la dejadez

Es frecuente observar un hecho muy llamativo e inexplicable que en nuestros días parece adquirir una dimensión crítica, con consecuencias adversas en el campo de la formación y el desarrollo personal. Es un hecho que se alberga subrepticiamente en padres pudientes y emprendedores que, al mismo tiempo que supieron progresar con voluntad e inteligencia en el pasado, lamentan en el presente que sus hijos hayan quedado paralizados en el disfrute de los bienes logrados en medio de una total dejadez y falta de voluntad y hasta de reconocimiento.

Es así como muchos padres ricos vislumbran con preocupación y tristeza el temible camino que sus hijos recorren de manera despreocupada respecto del futuro. Resulta claro y lógico que quien ejerció su capacidad emprendedora con esfuerzo y constancia, no sea indiferente ante quienes buscan disfrutar el momento anclados en un presente lleno de fantasías y al margen de toda decisión e iniciativa.

Tal preocupación proviene de la falta de experiencia y de un exceso de tolerancia y descuido de los mismos  padres, al punto de llegar a la temible paradoja de pavimentar el camino a la pobreza de sus hijos. Pues la pobreza es el sendero prefijado y señalizado para quienes no tienen iniciativas ni voluntad de crecimiento propio y pretenden ser asistidos para dejar intactas la comodidad y la dejadez de una vida sin esfuerzo.

De allí que el punto crítico del problema es el modo como los padres encaran el proceso formativo de sus hijos. Pues cuando el descuido y la sobreprotección forman parte del repertorio habitual de la convivencia, los hijos quedan a expensas de sus propias debilidades y deficiencias para afrontar las hostilidades y adversidades de la vida. Carentes de defensas y de capacidades para valerse por sí mismos, se convierten en presa fácil de una pobreza imperceptible que se va gestando en trayectos de dejadez, comodidad y de disfrute en un contexto de facilismo que anestesia la capacidad para decidir cambios y crecer.

Interesados en evitarles el fracaso y la caída, los padres se convierten en el sostén de la vida de sus hijos aún pasado el tiempo de maduración psico-emocional. Es así como adormecen en sus propios hijos el intento de tomar posibles iniciativas, de realizar esfuerzos y de ejercitar la capacidad de decisión  para cumplir metas y objetivos de superación y progreso.

Propensos a sustituir el desarrollo de la autonomía por la dependencia dadivosa a un cariño que, a pesar de su sinceridad e intenciones, no deja de ser engañoso y  aparente en sus resultados prácticos, los padres terminan por debilitar la estructura psico-emocional de quienes poseen las condiciones y la frescura para crecer, progresar y desarrollarse. Es así como muchos jóvenes dejan de ver la realidad.

El amor paterno no debiera tener esa pegajosidad propia que muchas veces crea el temor y la culpa. Es por temor y por culpa que muchos padres aprisionan y asfixian las iniciativas y la confianza de sus hijos para tener vuelo propio. Todo vuelo propio, proviene de una adquisición por vía de experiencia mediante ensayo y error ejercido sobre problemas concretos y reales. Y es esta experiencia la que confiere al ser humano el placer y la satisfacción de valerse por sí mismo. Si así no fuera, el niño jamás caminaría y abandonaría los pequeños intentos cotidianos para caminar con una autonomía creciente después de cada caída.

Además, muchos padres están interesados en evitar de plano la caída de sus hijos y descuidan ayudarles a afianzar en ellos la capacidad para levantarse. Es así cómo, aplicado al terreno de la pobreza, los padres terminan por pavimentar el camino de la realidad mediante la sumisión y la sobreprotección.

Dentro de la misma paradoja, ese camino hacia la pobreza está plagado de beneficios, atenciones y hasta de confort y comodidad, sin costo alguno. Como sucede en todo camino descuidado, la ausencia de peaje termina siendo un beneficio tramposo que esconde la existencia de profundos baches y problemas que impiden llegar exitosamente.

Por eso, desde el punto de vista pedagógico y formativo, la función generosa de los padres de cualquier situación socio-económica, debe estar centrada en asegurar en sus hijos un verdadero fortalecimiento personal que les permita recorrer el camino de la propia realización sin quedar paralizados ante las hostilidades y problemas inherentes a todo crecimiento.

No se trata, entonces, de que los padres convaliden el consumo egoísta e irresponsable de sus bienes y brindarlos generosamente a sus hijos. Más que proveerles bienes de manera indiscriminada y dadivosa, se trata de formar en ellos la conciencia de cómo obtenerlos con equidad, esfuerzo, disciplina y confianza.

Para ello, es necesario ayudarles a crear capacidades para progresar y encarar proyectos de superación en el campo de la ejecución técnica, práctica y ética. Lamentablemente, numerosos padres olvidan un principio pedagógico fundamental que establece que, en ausencia de capacidades emprendedoras, los individuos tienden a confiar en la suerte y en el azar desde un pensamiento mágico que, ilusoriamente, les impediría caer en un estado de pobreza e insatisfacción.

En consecuencia, no se trata de recibir bienes y permanecer en la quietud de un disfrute que, por la pasividad que encierra, expone a los hijos a transitar de manera inexorable el camino de la pobreza irreversible. Por el contrario, se trata de enseñar cómo lograr los bienes que se desean con autonomía y confianza en sí mismo. Lo contrario, es pobreza encubierta…

Dr. Augusto Barcaglioni

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La caída del rico en la pobreza https://cognitio.com.ar/la-caida-del-rico-en-la-pobreza/ Sun, 14 May 2017 02:37:44 +0000 http://cognitio.com.ar/?p=1864 Cuando el devenido a rico no puede dejar de ser pobre Salvo los casos de equilibrio emocional y de honestidad intelectual en el conocimiento de [...]

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Cuando el devenido a rico no puede dejar de ser pobre

Salvo los casos de equilibrio emocional y de honestidad intelectual en el conocimiento de sí mismo, es por todos conocida la tendencia generalizada a ocultar el origen familiar cuando está de por medio la pobreza y, a la inversa, a remarcar el origen fastuoso del cual proviene cada individuo. Es como si el origen vinculado con una situación de escasez y pobreza constituyera un estigma vergonzante, mientras que el vinculado con la prosperidad y la riqueza, tiende a ser socialmente proclamado y admirado.

A su vez, existen muchos ricos que habiendo descendido tenuemente a condiciones de pobreza, no logran advertir tal descenso, hasta que  las generaciones siguientes se dan cuenta de tan cruda realidad. Esto pone en evidencia la dificultad para aprender la lección de la pobreza, como si el aprendizaje y la conciencia huyeran al recordar tal situación.

Una máxima logosófica, que para muchos resultaría implacable y exagerada, sostiene que “quien no aprendió la lección de la pobreza será pobre aun en la opulencia”. Ello desata una controversia válida, al tiempo que nos ayudaría a comprender dos situaciones accesibles a la observación cotidiana:

  • En primer lugar, la situación de aquellos que habiendo accedido a la riqueza desde la pobreza sufren regresiones irreversibles con la amenaza de volver a la pobreza.
  • En segundo lugar, el caso de quienes siendo ricos y afortunados por su origen, pueden caer en el abismo de la necesidad y la escasez a través del acercamiento a la espiral descendente de la pobreza y el menoscabo. Es  la caída irreversible y paradójica del rico en la pobreza.

Sin dejar de tener en cuenta que el estado de pobreza la mayoría de las veces responde, salvo los casos extremos de necesidad, indigencia y explotación, a una medición o prejuicio social subjetiva e inducida por el modelo consumista, es posible observar los elementos condicionantes de la caída en la pobreza insuperable:

  • Quien es pobre no sólo sufre ese estado, sino que suele ocurrir que la virulencia y el dolor del mismo generen un sufrimiento paralizante que lo conduce a la falta de esperanza respecto de su futuro. Esto impide aprender la lección de la pobreza.
  • Al estar sometido al sufrimiento del presente, al pobre le resulta difícil comprender y conocer las causas subjetivas de su estado de pobreza, atribuyendo la misma a un factor puntual  o incidental localizado en el pasado.  Es así como se verá impedido, exceptuando obviamente los casos de inequidad socio-cultural, para aprender la lección de la pobreza.
  • Hasta ahora, y de manera general, tenemos tres componentes universales a tener en cuenta en la lección de la pobreza: clausura en el dolor presente, ausencia de esperanza en el futuro y falta de conocimiento de las verdaderas causas de la pobreza.

Por otra parte, la experiencia cotidiana nos permite observar a gran cantidad de pobres que dejaron de serlo al adquirir en el momento presente una fortuna o bienes heredados o por haber logrado el acceso a una actividad lucrativa. En términos estadísticos dejaron de ser pobres. Pero, en términos pedagógicos, quizás continúen siéndolo.

Esta última situación ocurriría cuando el devenido a rico ignora las causas de su actual situación favorable. Acceder a una nueva situación, como en este caso, no es una cuestión de azar ni de suerte, pues obedece a una relación causal y a factores que condujeron al cambio de un estado a otro. Y si entre tales factores se presentan la suerte o el azar el sujeto no aprenderá de los mismos y se verá imposibilitado de promover un aprendizaje consciente que consolide su situación favorable.

Dado que la suerte y el azar no son generadores de capacidades, y teniendo en cuenta que muchos nuevos ricos no indagan el por qué de tal cambio, ni toman conciencia de las posibles capacidades que tuvieron para cambiar su situación, se mantienen al margen del aprendizaje requerido y se exponen al menoscabo. Pues no valoran su talento para prosperar y quedan sumergidos, aún en medio del disfrute, en el vacío de la “providencia imaginaria de la buena suerte”.   

Conocer esos factores y capacidades forma parte de la lección de la pobreza y permitirá el ejercicio de la autonomía, contribuyendo así al mantenimiento de las condiciones de prosperidad. Se trata del pobre que dejó de serlo por haber aprendido a consolidar su fuerza de voluntad y a mantener la firmeza de la decisión en pos de un objetivo de superación.

De allí que la visión pedagógico-causal de la pobreza, describe al pobre como aquel a quien todavía le falta lograr las capacidades que todavía no posee. 

En consecuencia, aprender la lección de la pobreza requiere poseer el conocimiento de la capacidad que se tiene y la conciencia para adquirir las capacidades de que se carecen para afianzar en el presente el estado de prosperidad y fortalecer la voluntad para encarar proyectos de superación, siempre y cuando no medien, como acabamos de señalar, las condiciones invencibles de la inequidad social y cultural y de la explotación.

Sin estas condiciones básicas, el sujeto no aprenderá la lección de la pobreza y se expondrá inexorablemente a vivir en la pobreza aun cuando la opulencia lo favorezca transitoriamente. Cuando esto ocurre, y sin que se lo advierta de manera fehaciente, se produce un fenómeno de desaceleración y de retardo de las condiciones de progreso y prosperidad. Esto genera inevitablemente el acercamiento gradual a una espiral descendente e inadvertida que conduce a la pobreza y al menoscabo.

Este es el riesgo pedagógico-formativo de quienes, por vivir en el disfrute de los bienes recibidos, gozan de un presente impregnado con la fantasía de lo permanente y definitivo, sin advertir que se exponen a transitar de manera inexorable el camino de la pobreza irreversible.

Dr. Augusto Barcaglioni

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La insoportable carga de las imposiciones https://cognitio.com.ar/la-insoportable-carga-de-las-imposiciones/ Wed, 08 Mar 2017 15:19:02 +0000 http://cognitio.com.ar/?p=1709 El hábito de fingir lo que no somos Es tal la fuerza de las imposiciones que muchas personas han recibido a lo largo de sus [...]

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El hábito de fingir lo que no somos

Es tal la fuerza de las imposiciones que muchas personas han recibido a lo largo de sus vidas, que algunos sienten que esa carga se les hace insoportable, sobre todo cuando la propia conciencia advierte una suerte de dualidad entre la conducta o actuación externa y lo que realmente se piensa y se siente.  

Así, unos actúan como sinceros, otros como justos y ecuánimes, otros como tolerantes y flexibles, cuando en realidad harían lo contrario si las circunstancias y la ausencia de control externo permitieran y dieran lugar a la mentira, a la inequidad o a la intolerancia y rigidez. 

De allí que responder con la conducta externa a una situación ejerciendo cierta tolerancia o paciencia hacia los demás por cuestiones de temor o conveniencia, podría significar haber dado una respuesta acertada ante un hecho, pero de ninguna manera podría implicar, considerando el valor intrínseco de la respuesta en sí misma, tener la virtud y la capacidad para ser honesto, tolerante o paciente. Si ocurre esto, podría tratarse de una conducta automatizada, en tanto que no fue adquirida por un aprendizaje consciente, sino por automatismos inculcados que impidieron la íntima convicción acerca de la actuación correcta.

Dichos automatismos son los recursos que la cultura familiar, escolar y social emplea para garantizar y “asegurar por afuera” la conducta considerada honesta o correcta para la convivencia social. Es así como vamos formando desde temprana edad el hábito de fingir lo que no somos.

Pues es muy probable que quienes actúen de esa manera hayan aprendido por vía de imposiciones, bajo las presiones de un temor implacable o de la conveniencia interesada. El efecto inmovilizante  de tales presiones, por otra parte, no admite el cuestionamiento crítico y consciente y convierte al sujeto en un mero autómata. Por eso, ser honesto por temor o conveniencia, en realidad no es ser honesto.

Si a lo largo de la vida el edificio del comportamiento ético no partió de la íntima convicción, la conducta ética del presente no es tal; será una burda “actuación ética” promovida a instancias del temor, de la conveniencia o la costumbre.

Más aún, el catálogo de prohibiciones e imposiciones que se fue adquiriendo a través de las etapas de crecimiento a modo de yuxtaposiciones forzadas, configura el historial cognitivo y psico-emocional del sujeto y de la comunidad, provocando comportamientos aparentemente autónomos, al modo de una actuación “virtuosa” sin contenido consciente.

Estos casos nos llevan a pensar que en la construcción del edificio moral del sujeto, éste no intervino; simplemente fue un receptor pasivo de normas y valores sin el aval de la íntima convicción. Si no se educa desde la íntima convicción, las imposiciones, las amenazas y la conveniencia serán yuxtaposiciones alejadas de la conciencia, donde el comportamiento ético no es tal, sino una mera actuación. Esto explica la endeblez de las convicciones aparentes y las contradicciones del comportamiento humano.    

De esta manera, nos acercamos al núcleo esencial de la conducta ética, que proviene de una capacidad conscientemente creada que le confiere contenido a un comportamiento que emerge de la misma conciencia. Ya desde temprana edad, es posible conducir al niño a la íntima convicción del comportamiento moral, siempre y cuando se respeten sus tiempos de aprendizaje y asimilación de los valores. En tal caso, el niño no actuaría por la presión de los estímulos perniciosos del premio y castigo y aprendería a lograr con autonomía la íntima convicción acerca de la actuación correcta.

De ello surge la necesidad de revisar si nuestra conducta, actitudes y comportamientos acertados son verdaderas capacidades conscientemente adquiridas o meras respuestas y actuaciones automatizadas por la costumbre o la conveniencia. Arriesgando una hipótesis polémica, quizás habría que desarticular el andamiaje proveniente de la imposición y el temor que, lejos de generar una conducta honesta válida, lleva al sujeto a una actuación cuyo automatismo lo convierte en un actor vacío, alienado y sin libreto propio.

 Dr. Augusto Barcaglioni

Links relacionados:

http://cognitio.com.ar/2015/06/la-actuacion-honesta-no-garantiza-honestidad/

http://cognitio.com.ar/2014/03/volver-a-ser-uno-mismo/

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Karl G. Jung: conocerse para trascender https://cognitio.com.ar/karl-g-jung-conocerse-para-trascender/ Wed, 22 Feb 2017 01:51:00 +0000 http://cognitio.com.ar/?p=1694 Frases de Karl G. Jung que ayudan a indagar el mundo interno Teniendo en cuenta que la organización mental y el conocimiento de sí mismo constituyen [...]

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Frases de Karl G. Jung que ayudan a indagar el mundo interno

Teniendo en cuenta que la organización mental y el conocimiento de sí mismo constituyen el hilo conductor y el propósito central de cognitio.com.ar, consideramos oportuno seleccionar algunas de las frases más salientes de Karl Jung (1875-1961) para favorecer el conocimiento acerca del camino de indagación de nuestro mundo interno.

Es así como destacaremos el papel de la conciencia, a la que Jung le asigna un papel central para el logro de la propia superación. El proceso de superación no queda enmarcado en Jung en la inmanencia de los estados psico-emocionales propios del aparato psíquico, sino que postula el ejercicio de la propia conciencia a fin de trascender, sin apelar a creencia alguna, más allá de los límites de las circunstancias psíquicas.

De allí que los estados de neurosis o depresión no quedan clausurados en Jung en la inmanencia, sino que propone trascenderlos mediante la expansión de la consciencia, integrando en su psicología profunda la interpretación de los sueños, filosofía, arte, mitología, religión, antropología y alquimia.

Ofrecemos algunas frases salientes que nos ayudarán a comprender la vida y nuestro entorno circundante mediante el conocimiento y la aceptación de nosotros mismos:

  • La libertad se extiende sólo hasta los límites de nuestra conciencia.
  • La conciencia es una condición del ser.
  • Cuando el amor es la norma, no hay voluntad de poder, y donde el poder se impone, el amor falta.
  • Tu visión devendrá mas clara solamente cuando mires dentro de tu corazón… Aquel que mira afuera, sueña. Quién mira en su interior, despierta.
  • La vida es el punto de apoyo para la verdad del espíritu.
  • Todas las obras del hombre tienen su origen en la fantasía creadora. ¿Qué derecho tenemos entonces a la amortización de la imaginación?
  • Los niños son educados por lo que hace el grande y no por lo que dice.
  • Todo depende de cómo vemos las cosas y no de como son en realidad.
  • La gente podrá hacer cualquier cosa, no importa cuán absurda, con el fin de evitar enfrentar su propia alma.
  • Cuanto mayor es la multitud, más insignificante es la persona.
  • El péndulo de la mente alterna entre sentido y sinsentido, no entre el bien y el mal.
  • A través del orgullo nos engañamos a nosotros mismos.
  • No podemos cambiar nada sin antes comprender. La condena no libera, oprime.
  • El espíritu que arrastra al ser humano fuera de la vida, buscando completarse solo en si mismo, es un falso espíritu.
  • Desde la mitad de la vida hacia adelante, solo permanece vital aquel que está preparado para morir con vida.
  • El conocimiento descansa no solo sobre la verdad sino también sobre el error.

 

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La decepción de muchos exitosos que gozan de prestigio https://cognitio.com.ar/el-drama-de-muchos-exitosos-que-gozan-de-prestigio/ Thu, 15 Dec 2016 21:01:00 +0000 http://cognitio.com.ar/?p=1628 Prestigio y vanidad como factores de aislamiento   El lenguaje corriente asocia al individuo exitoso con la idea de felicidad, propia de quienes han logrado bienes [...]

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Prestigio y vanidad como factores de aislamiento  

El lenguaje corriente asocia al individuo exitoso con la idea de felicidad, propia de quienes han logrado bienes y obtenido resultados felices. Este estado, a su vez, rodea al exitoso de un sólido prestigio ante los demás. Se trata, así, de una combinación apetecible que nadie quisiera desdeñar, al punto de que se convierte una de las aspiraciones más importantes del ser humano. 

Podríamos, al respecto, hacer una interminable apología del éxito y todo lo que implica su logro, ya que no es una adquisición gratuita y fácil de lograr. Sin embargo, muchos exitosos, obsesionados por la conquista y por el brillo de la imagen ante los demás, al mismo tiempo que luchan por mantener ese legítimo prestigio, se precipitan por el sendero de la obsesión y de una rigidez auto-exigente para con ellos mismos.    

Al sentir la necesidad recóndita de mantener intacto el brillo del éxito obtenido, ocultan sus dramas, deficiencias y miserias para mantener su imagen intachable. Es así cómo, en el fuero interno del sujeto, aparece una lucha perturbadora muy difícil de resolver con la verdad y la transparencia de la propia realidad.

A excepción de quienes su modestia y vida austera les permite ser felices con lo que son y con lo que poseen sin depender de la “vidriera” del éxito, se presenta el caso de quienes, en aras de un brillo muchas veces sostenido artificiosamente y hasta con exageración, apelan a la engañosa apariencia de ser aquello que no son en realidad.

Para estos últimos, la fascinación por el lustre de la personalidad y por el brillo de las cosas, los lleva al permanente reclamo de ser aprobados a toda costa y de brillar aunque sea por un instante fugaz. Ello los induce a generar el hábito de la simulación y la apariencia y a convertir tal reclamo en la actividad principal de sus vidas.

Visto desde el plano oculto y hasta contradictorio del mundo íntimo, dicho hábito constituye el drama de muchos exitosos que, gozando de prestigio, han paralizado y estancado la aspiración de ser más. Es así como buscan ocultar todo lo defectuoso y contradictorio de la vida personal, al tiempo que la vanidad, alimentada por el prestigio y la competitividad, los conduce al aislamiento. 

El éxito, en la medida que esté cimentado en el esfuerzo y en el despliegue de la propia capacidad creativa, lejos de ser un factor de tensión e inestabilidad emocional del sujeto, es un factor activo para que éste mantenga su propósito de ser más.   

Por ello, sólo el hombre modesto y sencillo, que puede dominar su vanidad y lucha para que el amor propio no se adueñe de sus decisiones y pensamientos, es un hombre verdaderamente feliz, capaz de vivir el éxito con serenidad y sin temor de perderlo.

Dr. Augusto Barcaglioni

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El arte de renovarse y empezar de nuevo https://cognitio.com.ar/el-arte-de-renovarse-y-empezar-de-nuevo/ Mon, 05 Dec 2016 21:01:00 +0000 http://cognitio.com.ar/?p=1595   Vivir la vida en plenitud implica renovarse con nuevos aprendizajes Para Aristóteles, la esencia de la vida está constituida por el movimiento, definiéndola como [...]

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Vivir la vida en plenitud implica renovarse con nuevos aprendizajes

Para Aristóteles, la esencia de la vida está constituida por el movimiento, definiéndola como la sustancia a la que le compete moverse por sí misma. En tal sentido, no se trata de cualquier movimiento, sino del movimiento autónomo, inherente a los variados procesos de variación y cambio propios de los seres vivientes. Esta propiedad se diferencia y opone al movimiento inercial, que resiste la variación para mantener el reposo.

En consecuencia, la vida constituye una fuerza de carácter constructivo que, para llevar a cabo el proceso de la misma, va incorporando nuevos elementos que generan instancias y procesos de superación respecto del estado anterior. Esto configura y explica la dinámica evolutiva de los seres vivientes. Por lo tanto, la tendencia al reposo y la resistencia al cambio son movimientos inerciales incompatibles con la vida.

La vida humana, por su parte, se rige por el mismo principio y está cimentada en la actividad y en el movimiento como sucesión de instantes en los que el sujeto va plasmando permanentemente su pensar y su voluntad de hacer. De allí que, aplicado a los diferentes planos en que la vida humana se manifiesta, la exigencia de renovación es ineludible y constituye un principio universal que rige los niveles bio-psíquico, mental y sensible del ser humano.  

Aplicando estos principios al campo actitudinal y del comportamiento, surge que la decisión de cambiar es una forma de renovarse y de empezar nuevos ciclos superadores, lo que exige una revisión de los modelos mentales con que se vivió la vida rutinaria anterior. Ello supone replantear, a través de nuevos aprendizajes, el modo de pensar, de vivir y de relacionarse, tal como lo sugiere todo proceso de renovación.

Esta voluntad de renovación debe estar cimentada por el anhelo de superación del sujeto y exige una serie de condiciones a tener en cuenta para no malograrlo. Así, la capacidad para empezar de nuevo ante ciertos fracasos y dificultades es posible ejercerla si se lleva a cabo acorde con el movimiento de la vida que, como dijimos, reclama una visión de superación. En individuos que no han aprendido a ver la vida como actividad y movimiento, los errores  y actos fallidos se convierten en fracaso, desaliento y frustración, mientras que aquéllos son oportunidades de aprendizaje para quienes anhelan superarse y ser más.  

En rigor, siempre estamos empezando a vivir nuevos instantes y no todos están dispuestos a renovar la vida para que la misma sea comprendida con la espontaneidad inherente a cada instante. Por eso, se hace difícil empezar de nuevo.

Esto ocurre porque, en contraposición a esa sucesión de movimiento y actividad creativa, se ha concebido la vida desde un tiempo cronológico, como sucesión lineal y sumatoria cronológica de días, meses y años. En esta visión inauténtica de la vida y del tiempo (M.Heidegger, 1889-1976) todo transcurre en una monotonía incompatible con la conciencia creativa del devenir de un tiempo trascendente.

Por eso, quien comprende y vive su vida como actividad y movimiento, siempre podrá ejercer el arte de empezar de nuevo. En esa sucesión de instantes desplegada conscientemente en el trayecto de la vida, se encuentra el concepto oculto de la juventud, la cual es un estado mental que impulsa a comenzar siempre y a ver en cada situación el desafío de nuevos aprendizajes.

En rigor, y considerando el tiempo no sólo en su dimensión cronológica, sino también en un marco trascendente, vivir la vida en plenitud exige aprendizajes adaptativos y abiertos que permitan vivir con intensidad los instantes y momentos de la vida a través de una constante renovación del pensar y del sentir. Esto permitirá generar y restablecer el impulso creativo de la vida cotidiana desde una dimensión que permita encontrar el sentido trascendente de lo que se piensa, se hace y se aprende.

Dr. Augusto Barcaglioni 

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El miedo a la mirada ajena https://cognitio.com.ar/el-miedo-a-la-mirada-ajena/ Sun, 13 Nov 2016 21:01:00 +0000 http://cognitio.com.ar/?p=1558 Un miedo subrepticio muy difícil de reconocer y aceptar Podríamos decir que todo ser humano padece, en determinadas circunstancias, miedos y temores provocados por causas y factores [...]

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Un miedo subrepticio muy difícil de reconocer y aceptar

Podríamos decir que todo ser humano padece, en determinadas circunstancias, miedos y temores provocados por causas y factores diferentes. En realidad, se le teme a las condiciones relacionadas con la pérdida de lo que se posee como un bien. En este sentido, podríamos enumerar una serie de situaciones que generan dicha sensación de pérdida:

  • Unos temen perder la salud propia o la de alguien querido.
  • Otros, temen perder la vida, a un familiar o a sus bienes materiales.
  • Un temor muy difundido, y que afecta la tranquilidad de la gran mayoría, es perder el trabajo o la estabilidad del mismo.
  • También es posible observar a quienes temen perder el prestigio y la consideración de los demás.
  • Así también, el miedo a la soledad, a la pobreza irreversible y al abandono no dejan de perturbar la vida de muchos individuos propensos a imaginar situaciones adversas y de pérdida.

Cualquiera sea la causa o el factor desencadenante del miedo, el mismo se manifiesta en cualquier caso como una sensación de angustia ante la inminencia de una amenaza, real o imaginaria, que terminará por perturbar o destruir un estado óptimo considerado como aceptable por el sujeto hasta ese momento.

Muchos están dispuestos a reconocer sus temores ante los demás en caso de perder la salud, sufrir un revés en los negocios, quedarse sin trabajo, sin amigos o sin los bienes que posee. Pero hay un miedo subrepticio y muy difícil de reconocer y/o aceptar por quienes lo padecen debido a que encierra un matiz descalificatorio y humillante: el miedo a la mirada ajena.

El miedo a la mirada ajena es el miedo más dañino entre todos los miedos posibles, puesto que menoscaba a quien lo padece, al punto de inhibirlo y avergonzarlo frente a sí mismo y ante los demás. La raíz mental de tal aprensión la encontramos en el amor propio, en el orgullo, en la vanidad y en la soberbia, entre otras deficiencias.

Esto tiene una explicación: el juicio adverso o crítico de la mirada ajena es implacable y quien lo recibe comienza a sentir que su imagen y el prestigio logrado con esfuerzo se pulverizan en un instante, al punto tal de poner al afectado en peligro de sufrir aislamiento, desprecio o marginación.

Además, reconocer el miedo a la mirada ajena es reconocer un estado de profunda debilidad, de inseguridad y de falta de confianza en sí mismo. Ya sabemos que la psicología humana se complace en aparecer frente a los demás ostentando fortaleza, confianza en sí mismo y seguridad en sus decisiones. Este cuidado y hasta exacerbación de la apariencia incrementa más aún el temor a la mirada ajena.

Aparte de avergonzar, el miedo a la mirada ajena paraliza al sujeto y no lo deja actuar con autonomía, inmoviliza la creatividad de su pensar y la espontaneidad de su sentir, al punto de llevarlo a titubear por la indecisión y vacilación que su inseguridad le provoca.

Por todo ello, podríamos decir que el miedo a la mirada ajena es el miedo al menoscabo y a la depreciación de sí mismo. La superación del mismo requiere, a diferencia de los demás miedos, un trabajo interno y sin interrupciones de crecimiento y fortalecimiento personal. Es así como el miedo a la mirada ajena se podrá diluir desde su raíz en proporción directa al desarrollo de las capacidades que aseguren al sujeto un estado de mayor valoración, confianza y aceptación de sí mismo.    

Esto explica por qué aquellos que buscan la apariencia de la imagen para lograr aprobación complaciendo la mirada ajena, no logran acercarse ni acceder a un estado de verdadera autonomía y de bienestar psico-emocional por depender de las condiciones impuestas por el temor a mostrar con sencillez la propia realidad e identidad personal. 

De todo ello, resulta un corolario pedagógico de validez universal y sentido práctico para consolidar el proceso formativo de todo individuo: Las capacidades y cualidades del sujeto constituyen el cimiento cognitivo-emocional que le permitirán soportar y dominar las variaciones y hostilidades del medio sin afectar su integridad y coherencia interna.           

Dr. Augusto Barcaglioni

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Buscar aprobación a costa de hacer el ridículo https://cognitio.com.ar/se-perdio-la-alegria-y-se-la-busca-a-costa-del-ridiculo/ Tue, 26 Jul 2016 21:01:00 +0000 http://cognitio.com.ar/?p=1100 Se  perdió la alegría y la personalidad busca aprobación a costa del ridículo Consta a la observación personal que la alegría es el indicador más [...]

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Se  perdió la alegría y la personalidad busca aprobación a costa del ridículo

Consta a la observación personal que la alegría es el indicador más evidente de una vida bien vivida. Cuando falta alegría, se desdibuja y opaca cualquier actividad, se pierde contacto con los demás y la ausencia de estímulo y motivación impide generar nuevos proyectos y aprendizajes. Por eso, y dado que tal carencia es un vacío que conduce a una pérdida gradual de energía, se la busca a toda costa y a cualquier precio.

Así, vemos que muchos llegan a "comprar" alegría a través del aturdimiento, de la frivolidad, del consumismo, de la ilusión o de los afectos forzados. De esta manera, presenciamos en la actualidad uno de los espectáculos más absurdos y lamentables del ser humano, que consiste en simular ser feliz y aparentar lo que no se es en realidad bajo la ilusión de ser aprobado y tenido en cuenta por los demás.

El absurdo concepto de alegría como un bien tangible, cuya posesión es posible lograr mediante contra-prestaciones de consumo en el nivel del status, del lucimiento personal y del intercambio de afectos cuasi fenicios, es un desvío que conlleva mayor confusión y angustia. En este sentido, la luz artificial ilusoriamente provista por esas alegrías que surgen de una frivolidad y banalidad al límite del ridículo y de la pérdida de la dignidad, es una evidente forma de oscuridad.

La avidez de ser aprobado y el riesgo de permanecer fuera de sí mismo para lograr a toda costa un imaginario lucimiento, vacía la vida, le quita sentido, alegría y bienestar. En tal estado, el objetivo de la vida se reduce a consumir compulsivamente aquellas cosas que generan la ilusión de ser más por el mero hecho de llamar la atención de los demás. Es tal su fuerza alienante que, con tal de ser percibido, el sujeto maltrata su intimidad aún bajo el costoso y degradante precio del ridículo y de la falta de dignidad. 

Al ser sustituido por elementos y situaciones provenientes de un entorno seductor y atractivo que persigue el enaltecimiento egoísta de una personalidad vacía, el sujeto se convierte en uno más dentro del rebaño cerrado sostenido por la ilusión de ser lo que no se es. Al dejar de ser, y agotado el tiempo precario de la ilusión, sobreviene una decepción que incita al sujeto a nuevas búsquedas de alegrías artificiales en circuitos, muchas veces adictivos, que reiteran el vacío creciente de la insatisfacción crónica.

Por otra parte, una vida activa y consciente, que se interroga seriamente, que busca conocer y aprender más, que somete las apariencias a la prueba de la duda creativa, que se confronta a sí misma sin temor y que no se estanca en la rutina de las certezas, configura una vida alegre y saludable que llena de manera autónoma e inteligente sus propios vacíos. Por eso, recuperar la vida propia implica percibirse a sí mismo como fuerza constructiva en evolución para ser cada día más y acceder a sutiles comprensiones que permitan salir de la oscuridad mental y del vacío emocional.

Desde una visión filosófico-pedagógica, tal estado mental le permite al sujeto ejercer la titularidad de sí mismo, con capacidad para vivir de manera autónoma y sin quedar sometido a estereotipos inculcados por una educación alienante. La alegría genuina proviene de la confianza y del conocimiento de sí mismo y, desde este lugar central, el sujeto hace brotar de su propio interior una fuerza sin artificios para aprender sin miedo de los errores propios y ajenos. Es así como podrá ayudar a los demás con generosidad y sin ostentación y reconocer sus propias debilidades y deficiencias sin sentir menoscabo alguno.

Esto, por su parte, le permitirá experimentar íntimas emociones superiores y ejercer la capacidad para ubicarse y vincularse con sencillez, modestia y sin soberbia junto a quienes anhelan enriquecer el proceso de la propia superación personal y enaltecer su existencia sin desvirtuarse a sí mismo. En todo esto radica la gran diferencia entre la alegría aparente y forzada, que hace al sujeto prisionero de las apariencias de la vanidad y de la contaminación de la soberbia,  y la alegría fresca, apacible y generosa, que emerge de manera sencilla y espontánea a través de un pensar y un sentir alimentados por la lucidez, la autonomía y la transparencia de la propia conciencia.

Dr. Augusto Barcaglioni

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