El itinerario temible de padres ricos y emprendedores

Hijos dependientes y sin iniciativas paralizados en la dejadez

Es frecuente observar un hecho muy llamativo e inexplicable que en nuestros días parece adquirir una dimensión crítica, con consecuencias adversas en el campo de la formación y el desarrollo personal. Es un hecho que se alberga subrepticiamente en padres pudientes y emprendedores que, al mismo tiempo que supieron progresar con voluntad e inteligencia en el pasado, lamentan en el presente que sus hijos hayan quedado paralizados en el disfrute de los bienes logrados en medio de una total dejadez y falta de voluntad y hasta de reconocimiento.

Es así como muchos padres ricos vislumbran con preocupación y tristeza el temible camino que sus hijos recorren de manera despreocupada respecto del futuro. Resulta claro y lógico que quien ejerció su capacidad emprendedora con esfuerzo y constancia, no sea indiferente ante quienes buscan disfrutar el momento anclados en un presente lleno de fantasías y al margen de toda decisión e iniciativa.

Tal preocupación proviene de la falta de experiencia y de un exceso de tolerancia y descuido de los mismos  padres, al punto de llegar a la temible paradoja de pavimentar el camino a la pobreza de sus hijos. Pues la pobreza es el sendero prefijado y señalizado para quienes no tienen iniciativas ni voluntad de crecimiento propio y pretenden ser asistidos para dejar intactas la comodidad y la dejadez de una vida sin esfuerzo.

De allí que el punto crítico del problema es el modo como los padres encaran el proceso formativo de sus hijos. Pues cuando el descuido y la sobreprotección forman parte del repertorio habitual de la convivencia, los hijos quedan a expensas de sus propias debilidades y deficiencias para afrontar las hostilidades y adversidades de la vida. Carentes de defensas y de capacidades para valerse por sí mismos, se convierten en presa fácil de una pobreza imperceptible que se va gestando en trayectos de dejadez, comodidad y de disfrute en un contexto de facilismo que anestesia la capacidad para decidir cambios y crecer.

Interesados en evitarles el fracaso y la caída, los padres se convierten en el sostén de la vida de sus hijos aún pasado el tiempo de maduración psico-emocional. Es así como adormecen en sus propios hijos el intento de tomar posibles iniciativas, de realizar esfuerzos y de ejercitar la capacidad de decisión  para cumplir metas y objetivos de superación y progreso.

Propensos a sustituir el desarrollo de la autonomía por la dependencia dadivosa a un cariño que, a pesar de su sinceridad e intenciones, no deja de ser engañoso y  aparente en sus resultados prácticos, los padres terminan por debilitar la estructura psico-emocional de quienes poseen las condiciones y la frescura para crecer, progresar y desarrollarse. Es así como muchos jóvenes dejan de ver la realidad.

El amor paterno no debiera tener esa pegajosidad propia que muchas veces crea el temor y la culpa. Es por temor y por culpa que muchos padres aprisionan y asfixian las iniciativas y la confianza de sus hijos para tener vuelo propio. Todo vuelo propio, proviene de una adquisición por vía de experiencia mediante ensayo y error ejercido sobre problemas concretos y reales. Y es esta experiencia la que confiere al ser humano el placer y la satisfacción de valerse por sí mismo. Si así no fuera, el niño jamás caminaría y abandonaría los pequeños intentos cotidianos para caminar con una autonomía creciente después de cada caída.

Además, muchos padres están interesados en evitar de plano la caída de sus hijos y descuidan ayudarles a afianzar en ellos la capacidad para levantarse. Es así cómo, aplicado al terreno de la pobreza, los padres terminan por pavimentar el camino de la realidad mediante la sumisión y la sobreprotección.

Dentro de la misma paradoja, ese camino hacia la pobreza está plagado de beneficios, atenciones y hasta de confort y comodidad, sin costo alguno. Como sucede en todo camino descuidado, la ausencia de peaje termina siendo un beneficio tramposo que esconde la existencia de profundos baches y problemas que impiden llegar exitosamente.

Por eso, desde el punto de vista pedagógico y formativo, la función generosa de los padres de cualquier situación socio-económica, debe estar centrada en asegurar en sus hijos un verdadero fortalecimiento personal que les permita recorrer el camino de la propia realización sin quedar paralizados ante las hostilidades y problemas inherentes a todo crecimiento.

No se trata, entonces, de que los padres convaliden el consumo egoísta e irresponsable de sus bienes y brindarlos generosamente a sus hijos. Más que proveerles bienes de manera indiscriminada y dadivosa, se trata de formar en ellos la conciencia de cómo obtenerlos con equidad, esfuerzo, disciplina y confianza.

Para ello, es necesario ayudarles a crear capacidades para progresar y encarar proyectos de superación en el campo de la ejecución técnica, práctica y ética. Lamentablemente, numerosos padres olvidan un principio pedagógico fundamental que establece que, en ausencia de capacidades emprendedoras, los individuos tienden a confiar en la suerte y en el azar desde un pensamiento mágico que, ilusoriamente, les impediría caer en un estado de pobreza e insatisfacción.

En consecuencia, no se trata de recibir bienes y permanecer en la quietud de un disfrute que, por la pasividad que encierra, expone a los hijos a transitar de manera inexorable el camino de la pobreza irreversible. Por el contrario, se trata de enseñar cómo lograr los bienes que se desean con autonomía y confianza en sí mismo. Lo contrario, es pobreza encubierta…

Dr. Augusto Barcaglioni

Cognitio
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Dr. en Ciencias de la Educación. Profesor de Lógica y Psicología (UCA). Contacto: barcaglioni@hotmail.com.ar