Cuando la impaciencia hace fracasar los proyectos
La impaciencia proviene de la aceleración mental que adopta formas de ansiedad, abandono o apuro frente a los proyectos. Es decir, es una disfunción que se activa en el momento de ejecutar o imaginar los procesos y actividades relacionadas con la obtención de un objetivo.
Observando nuestra vida cotidiana, encontraremos que para algunos proyectos tenemos capacidad de espera, que es la paciencia, y para otros, en cambio, nos inquietamos acelerando o abandonando la obtención del resultado que esperamos. En este último caso, desaparece la espera y caemos en la impaciencia.
Para comprender nuestros estados de impaciencia, es fundamental tener un registro o percepción mental acerca de la distancia temporal entre la intencionalidad del objetivo y las alternativas de la ejecución. Al respecto, los antiguos filósofos distinguían entre el fin en su faz intencional y el fin en su faz de ejecución.
Así, por ejemplo, si no conocemos la distancia y el recorrido del camino que debe realizar quien es esperado por nosotros, seguramente nuestra imaginación habrá acortado ese camino suponiendo que es más corto que el real. Es así como, en ese margen de espera ficticio, la intranquilidad aparece mucho antes. Pero quien conoce el trayecto, en cuanto a recorrido, tiempo y dificultades, estará sereno frente a un margen de espera real.
Lo mismo ocurre en las actividades laborales y cotidianas de la índole que fuere. Para la construcción de una casa, para el arreglo de un artefacto, para los resultados de una campaña publicitaria, para la venta y conocimiento de un producto nuevo, el interesado seguramente estará impaciente si desconoce los procesos hasta que aparezcan los resultados que espera. De allí que quienes no tienen paciencia, abandonan el camino iniciado, haciendo fracasar el proyecto.
En consecuencia, la raíz de la impaciencia y de la incapacidad para esperar está en el desconocimiento del proceso, lo que conduce a ignorar y a no tener noción de los tiempos de realización. Esto explica por qué el agricultor inexperto y sin información no sabe esperar y malogra con su abandono y descuido su esfuerzo inicial por desconocer el trayecto temporal que va desde la semilla que siembra hasta la cosecha que espera.
Por eso, una clave para la vida práctica es tener en cuenta que la paciencia está ligada al conocimiento de los procesos. De allí que la recomendación es buscar previamente la información acerca de la naturaleza del proceso que conduce al resultado que esperamos. De lo contrario, sobreviene un estado de ansiedad, abandono y decepción por impaciencia.
Contra lo que habitualmente se cree, la paciencia no es un estado o cualidad generada por la resignación ante la pérdida. Por el contrario, es un estado activo de la mente que conoce cómo se van a desenvolver los procesos involucrados para lograr un objetivo.
Así, el médico sabe esperar la cura del enfermo por la posesión de conocimientos acerca del proceso de la curación y de la enfermedad. De manera similar, el educador tiene la paciencia necesaria porque conoce la dinámica mental y la complejidad del aprendizaje. Quien en el momento presente inicia un trámite burocrático, seguramente quiera el resultado pasados unos pocos días; ello se debe al desconocimiento de los circuitos administrativos, a no haber previsto la desidia del responsable o a no conocer los procedimientos engorrosos y complejos.
Al respecto, hay procesos relacionados con trayectorias fijas y estables y que pertenecen al plano tangible y corpóreo de los que es posible anticipar con más acierto los tiempos de la espera. Pero hay otros procesos, como los relacionados con el aprendizaje, con los cambios culturales y sociales, con la toma de decisiones, con el cambio de vida, con la mejora personal, con la propia superación, que escapan a los intentos de cuantificación de la espera de los resultados.
Por eso, la madre tiene la paciencia y la capacidad de espera para la logoversión o cambio de actitud de su hijo a través del trayecto que ella percibe e intuye con más sensatez y equilibrio que los demás. Esto significa que los procesos que requieren espera de nuestra parte, exigen serenidad y cautela respecto de aquellos procesos que ignoramos su naturaleza y la dinámica de su trayectoria.
En un plano de observación más sutil, el conocimiento de sí mismo, que conlleva no sólo la aceptación de las propias limitaciones y la comprensión de nuestro talento y capacidad sino también la realización de un proceso de superación de las deficiencias, exige advertir que tal proceso exige un caudal superior de paciencia respecto de los procesos comunes. De allí que el “conócete a ti mismo” socrático sintetiza y expresa la dimensión y el alcance de la paciencia
Dr. Augusto Barcaglioni