Pierre VENDRYÈS: la entraña epistemológica de la autonomía intelectual

La autonomía intelectual desde las fases del proceso aleratorio

El biólogo francés Pierre Vendryès, si bien no fue suficientemente conocido, tuvo el mérito de formular la teoría de la autonomía a partir del concepto de proceso aleatorio. Ello le permitió su aplicación isomorfa a los diferentes campos de la vida humana y de las ciencias sociales, donde encuentra su máxima expresión en el concepto de autonomía intelectual. En su último trabajo, Hacia la teoría del hombre (1975), plantea la hipótesis para la solución al problema del indeterminismo y el determinismo, que la cultura de la post-modernidad presenta a la inteligencia humana.

Este fue el motivo principal que, en base a los propósitos de COGNITIO de reunir elementos conceptuales para definir una metodología de la organización mental, nos impulsó a estudiar y considerar las posibilidades de aplicación pedagógica de los conceptos de autonomía, determinismo e indeterminismo planteados con rigor científico en el trabajo de referencia.

La interpretación probabilística de la autonomía fue concebida por Pierre Vendryès y se expresa en el enunciado fundamental por el que “el hombre, al adquirir su autonomía con respecto al medio exterior, adquiere la posibilidad de entrar con éste en relaciones aleatorias”[1]. Este principio prepara, según el autor, la respuesta a la cuestión de saber si el hombre puede ser comprensible mediante el concepto de lo aleatorio y no solo desde un determinismo rígido y absoluto, que no podría explicar, por el mecanicismo inherente a todo determinismo, el equilibrio dinámico entre el sujeto y su entorno[2].

La consecuencia de esta teoría es inmediata: “el hombre, liberado del determinismo universal, vuelve a encontrarse de acuerdo consigo mismo[3]. Y aquí encontramos, desde esa relación aleatoria del sujeto con lo que le rodea, el sentido antropológico de la autonomía intelectual.

Presentaremos en este punto la teoría de la autonomía intelectual desde su misma entraña, a partir de una aproximación a las fases y al significado del proceso aleatorio, muchas veces confundido y asimilado erróneamente al indeterminismo y al concepto de azar. En principio, y para precisar y reafirmar el significado de los términos, podemos observar que todo proceso aleatorio comporta dos fases sucesivas[4]:

  • Una primera fase, que implica un grado de indeterminismo, al presentar al intelecto una multiplicidad de casos simultáneamente posibles.
  • Una segunda fase, que se manifiesta en el momento de realización de la prueba aleatoria, donde se determina o ejecuta uno y solo uno de esos casos posibles.

En el proceso aleatorio ocurre que los diversos casos, después de haber sido simultáneamente posibles en la primera fase, no serán simultáneamente realizables en la segunda, dado que se tratan de casos simultáneamente posibles, pero no simultáneamente realizables. Dentro del marco del proceso aleatorio, podemos plantear la hipótesis cuyo enunciado fundamental expresa que un ser autónomo frente al medio exterior, adquiere la posibilidad de establecer con éste relaciones aleatorias y no determinísticas.

Desde el punto de vista cognitivo, la relación aleatoria del intelecto con el medio es posible porque la naturaleza de los procesos mentales superiores e inferiores mantienen entre sí una relación probabilística incompatible con los procesos determinísticos y lineales. Si no fuese así, el mismo determinismo impediría la auto-determinación del intelecto ante la percepción de lo simultáneamente posible.

La autonomía intelectual se expresa en la capacidad de articular e integrar las diferentes facultades y operaciones que han de intervenir en la resolución de un problema o hipótesis. En tal sentido, durante el proceso cognitivo la inteligencia cumple con las dos fases del proceso aleatorio:

  1. En la primera fase, la multiplicidad de facultades y procesos podrían intervenir con sus respectivas capacidades potenciales en un amplio margen de posibilidades.
  1. Después de esa primera fase de potencialidad e indeterminismo, la inteligencia construye una conclusión final que da lugar a un nuevo conocimiento. En esta conclusión final se cierra un ciclo parcial, cuyo carácter conforma la segunda fase del proceso aleatorio inicial.

El aprendizaje y la investigación, como así también las diversas formas de indagación y de construcción por vía de ensayo y error, son ejemplos elocuentes de la prueba aleatoria.

“En todo momento, virtualmente, el pensador tiene la posibilidad de pensar, en el momento siguiente, una multitud ilimitada de cosas simultáneamente pensables. Pero, llegado ese momento próximo, no puede pensar más que una sola de esas cosas, y solamente una. Al pasar del primer momento al segundo, debe hacer una elección exclusiva en la multitud de sus pensamientos simultáneamente pensables. En él, el instrumento del conocimiento funciona según las dos fases del proceso aleatorio”[5].

Esto prueba que la inteligencia, por su relación aleatoria respecto de lo cognoscible, es autónoma y conserva su capacidad para responder con orden y acierto a las exigencias de las dos fases del proceso aleatorio. Por tal razón, el solo indeterminismo ante lo pensable no constituye un acto autónomo de la inteligencia, ni define al pensador como sujeto pensante, ya que favorecería, en tal caso, el caos y la anarquía mental por ausencia del acto cognitivo de auto-determinación ante la simultaneidad de casos pensables.

[1] VENDRYÈS, P., Hacia al teoría del hombre  (El Ateneo, Buenos Aires, 1975), Prólogo.

[2] PIAGET, Jean, Lógica y conocimiento científico. Epistemología de las ciencias humanas (Proteo, Buenos Aires, 1972), pág. 83.

[3] VENDRYÈS, P., op. cit., Prólogo.

[4] VENDRYÈS, Pierre, op. cit., pág. 3.

[5] Ibidem, págs. 106-107.

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Dr. en Ciencias de la Educación. Profesor de Lógica y Psicología (UCA). Contacto: barcaglioni@hotmail.com.ar