Enfoque cognitivo para comprender y revertir los hechos adversos
Si tenemos en cuenta que un hecho determinado es aquello que ocurre y se presenta como un suceso que desencadena acciones, emociones, conductas o comportamientos, nos encontramos que lo que nos rodea, lo que nos molesta, lo que nos agrada, los fracasos, los éxitos, lo que deseamos o lo que nos ocurre interna o externamente, son simples hechos y episodios que, sin dejar de ser reales, sin embargo no son la realidad.
En tales casos, podríamos aventurarnos a plantear que los episodios que vemos o nos afectan, los que nos agradan o nos hacen sufrir, no serían la realidad que no vemos. Ello, por lo mismo de que parecería que “lo esencial es invisible a los ojos”.
Ante el sufrimiento por hechos adversos o el bienestar por hechos con matices favorables, generalmente tendemos a culpar o a agradecer a una situación externa ajena a nosotros. A tales situaciones habitualmente se les atribuyen, en la consideración común, el rango de realidad. Así, ante la presencia de un hecho o situación, la mayoría tiene la sensación de estar y vivir en la realidad. Sin embargo, debemos hacer una distinción que nos conduzca a ver más claro la naturaleza y el origen de los hechos que nos suceden e impactan en la vida cotidiana.
La experiencia universal nos permite observar que en cada hecho, positivo o negativo, promisorio o adverso, favorable o desfavorable, nuestra mente estuvo, está y estará presente en la gestación de los mismos a través de pensamientos e imágenes. Tal experiencia nos muestra a diario que toda imagen o representación mental tiende a buscar una “salida” o “egreso” hacia el comportamiento y la conducta, pues la actividad humana proviene de una voluntad que se moviliza en virtud de una acción mental previa. Es lo que la moderna ciencia cognitiva denomina “relevancia cognitiva”, aludiendo al papel causal que las representaciones mentales ejercen en la génesis del comportamiento y en la determinación de la conducta.
Esto significa que antes que se produzca un hecho, ya intervino la mente con sus pensamientos. Por eso, la mente es el motor de los hechos que rodean nuestra vida. Si lográsemos ser conscientes de ello, podríamos dominar los hechos en la multiplicidad y diversidad con que aparecen, ya que son la consecuencia de lo que pensamos a través de imágenes y pensamientos propios y ajenos. Ello implica que si nuestra mente está organizada (en términos de alta flexibilidad y nunca de rigidez), ejerceremos frente a cada hecho una autonomía liberadora, sin encapsular nuestra vida en la dinámica cambiante de los hechos. Esta relación causal que guarda la conducta humana con el proceso mental que le da origen, nos permitirá comprender la diferencia entre los hechos y la realidad.
Como sujetos conscientes, somos una realidad anterior a los hechos que luego podremos observar, pues cada episodio que sufrimos o disfrutamos tiene una dependencia con el modo como pensamos. Atribuirlo a otra cosa, dándole a cada hecho una entidad causal, es caer en una tergiversación y situación mentalmente tosca o ingenua. Esto significa que si pensamos bien, el hecho resultante será motivo de satisfacción; si pensamos defectuosamente, el hecho cobrará una entidad y una condición adversa que tendremos que sufrir.
Al ser anterior a los hechos, se podría decir que nuestra conciencia se configura como realidad porque regula, domina, modifica, perfecciona y puede manejar comprensivamente todos los hechos posibles. Es decir, nuestra forma de pensar le confiere a cada hecho una entidad compatible con la realidad de nuestros pensamientos. Es así que podríamos aventurar la hipótesis de que es por nuestra mente que se promueven verdaderos hechos a modo de episodios, comportamientos, conductas y estados anímicos de perturbación y/o bienestar. Por eso, tales hechos dependen del modo como funciona y se organiza nuestra mente frente a los estímulos que se nos presentan y que, según nuestra lucidez mental, podremos responder y actuar con autonomía o condicionarnos frente a ellos.
Más allá de las discusiones y teorías filosóficas acerca de la realidad, si nuestra mente genera procesos lúcidos y somos conscientes de ello, podremos dominar y regular los hechos y comprenderlos. El que podamos hacer este proceso, nos confiere la capacidad de ser superiores a cada uno de los episodios que nos acontece y rodea nuestra vida. Por otra parte, a nadie pasa inadvertido que no es suficiente modificar el comportamiento o la conducta externa sin haber modificado previamente el pensamiento o la imagen que la mente construyó previamente a dicho comportamiento.
De allí que para cambiar nuestra vida y prepararla para enfrentar y revertir los hechos, debemos cambiar antes la realidad de nuestros pensamientos, sea para modificarlos cuando son adversos, sea para hacerlos evolucionar cuando son promisorios. Mientras que con mayor precisión pensemos, más estaremos en la realidad, más independientes seremos frente a cada episodio y podremos manejar los hechos sin ser dominados ni fagocitados por ellos.
Dr. Augusto Barcaglioni