Cuando la mente pasiva va detrás de la suerte
No es lo mismo esperar la visita de la suerte que aprovechar, aún en su fugacidad, las oportunidades que se presentan a cada momento. En ambos casos, la mente actúa de manera diametralmente opuesta. Quien espera la suerte mantiene su mente pasiva y estática, sin construir procesos activos, ya que sólo imagina la llegada de aquello a que aspira sin esfuerzo alguno. Quien aprovecha las oportunidades, en cambio, mantiene su mente activa, creativa y expectante, transformando cada hecho, adverso o favorable, en nueva oportunidad.
La mente que se abre y es flexible para interpretar cada hecho o acontecimiento, descubre múltiples oportunidades en todo lo que existe. De allí que en el universo que rodea al sujeto creativo, éste es capaz de promover procesos de adaptaciones abiertas y expansivas, en contraposición con la adaptación cerrada del rutinario, que reduce y comprime el universo de las cosas posibles. Por eso, para el creativo e innovador las oportunidades se gestan y fecundan en el campo de lo posible.
Aún el exitoso, que atribuye a la suerte sus logros, está cancelando la apertura de su mente, al atribuir sus éxitos a algo ajeno a su capacidad y talento. En función de este modelo mental, la suerte y la casualidad aparecen como imágenes generadoras de las circunstancias, adversas o favorables, que a cada uno le toca vivir a lo largo de su vida.
Quienes consultaron nuestra encuesta semanal acerca de la existencia de la suerte, habrán podido observar que en un porcentaje significativo la gente considera que la suerte existe, frente a un mínimo porcentaje que afirma lo contrario. Esto explica por qué la mayoría de los individuos atribuye erróneamente a lo fortuito y a la casualidad la explicación de sus logros y fracasos, sin siquiera atribuirlos a la presencia o ausencia de alguna capacidad o aptitud.
En realidad, el éxito no proviene de la suerte como cree la mayoría. Por esto, la mente humana debería dar un salto cualitativo para posicionar y sostener la vida en un plano evolutivo que, por naturaleza, no admite la intervención del azar y la casualidad. Atribuir a la casualidad los logros y las pérdidas es una forma de pensamiento mágico cuyo rasgo saliente adscribe a la inteligencia humana a procesos cognitivos primitivos que no se compadecen con la evolución del sujeto.
De allí que podríamos decir que la casualidad es a la causalidad lo que la suerte a la capacidad. Pues son la ausencia o la presencia de capacidades, y no la suerte, los factores causales que explican, respectivamente, la presencia de las adversidades o el logro de los éxitos que acontecen en la cotidianeidad individual de cada ser humano.
Esto explica por qué aquellos que tienen la inclinación a creer en la suerte, en realidad detienen su evolución personal por la vigencia de un pensamiento tosco que asigna a algo fuera de ellos una causalidad que necesariamente surge de la propia capacidad. Por eso, cada individuo es el resultado y se encuentra en el lugar fijado y determinado por las capacidades y conocimientos que efectivamente posee.
Dr. Augusto Barcaglioni