Los estigmas de la formación docente
Si observamos atentamente, el mismo Einstein se vería con serias dificultades para ingresar a alguno de los institutos de formación docente afectados por el estigma de la tan mentada “secundarización”. El tribunal que lo examinaría en la entrevista de un imaginario concurso le preguntaría, en primer lugar, sobre la fuente bibliográfica de donde provienen sus conocimientos y en qué autores se basarán sus clases y los temas que va a trabajar.
Previa revisión de las unidades temáticas y de la secuencia lineal de contenidos de un programa rígido, el tribunal hará hincapié en una cuestión que será letal para aprobar: la explicitación de un cronograma acerca del dictado de los contenidos y la indicación de los trabajos prácticos con sus correspondientes fechas de realización y entrega. Semejante mención, que soslaya los procesos cognitivos de quien aprende, elevaría ese plan elemental y básico a la categoría de “proyecto pedagógico”.
Además, el jurado examinador vería con sumo agrado que nuestro postulante imaginario presentara una grilla en la que consigne para cada tema la página y capítulo de la bibliografía a utilizar. Una grilla bien presentada reforzaría la idea de “proyecto” y respaldaría al postulante, que lo convertiría en una persona previsible, prolija y ordenada. Sobre todo muy trabajadora, dado el esfuerzo empleado para presentar un diagrama tan indispensable al concepto corriente de planificación y organización de la tarea del aula.
Pero Einstein, lejos de ese paternalismo mental, se maneja siempre con hipótesis y le encanta formularlas y trabajar el método para resolverlas con un final abierto. Como todo hombre de hipótesis, es un ser imprevisible e insoportable para quienes quieren disciplinarlo con el mito del orden aparente. Por eso, comenzaría la entrevista planteando un problema de la física y a partir de allí haría un desarrollo de sus hipótesis y dejaría formulado un cúmulo de problemas a resolver, tal como lo plantearía a sus futuros alumnos.
Pero esto no agrada al equipo examinador, que necesita, como dijimos, referentes de certeza, previsión y orden. El proceso cognitivo generado por un trabajo con hipótesis no condice con la sistematización que el jurado espera de un hombre que, por su modestia intelectual, no apela a la rigidez de una verdad absoluta y deja abierto el camino de la búsqueda. Como le pidieron certezas, tendrá que pagar el costo de su honestidad intelectual. Así, Einstein no podría ingresar ni sobrepasar el filtro de una mediocridad intelectual sostenida con certezas aparentes.
De esta manera, tres o cinco creyentes necios retacean la posibilidad de incorporar a Einstein al desarrollo y a la formación de futuros docentes, pues no impresionaría organizado y previsible para presentar contenidos sistematizados. Quien trabaja con hipótesis se presenta siempre imprevisible, abierto y hasta contradictorio y polémico. El estigma del sistema de formación docente, en cambio, radica en la previsión, la certeza, el orden aparente y la fijeza de la realidad. Por eso, nunca hay creatividad, dudas, caos creativo ni conciencia de inestabilidad en ese ámbito que, por su naturaleza, alcances y metodología debería constituirse en una verdadera usina del pensamiento creativo y de la construcción del conocimiento.
Bastaría, para ofrecer un indicador crítico de la crisis de la calidad educativa, mencionar el caso del proceso llevado a cabo por los institutos superiores de formación docente para la selección de los postulantes que han de formar y capacitar a los futuros educadores. Muchos de ellos, pertenecientes a los diversos campos y áreas del conocimiento, y quizás salvando las distancias de este planteo metafórico e imaginario, vivirían el infortunio de Einstein.
De esta manera, se decide la formación intelectual y metodológica de los futuros docentes desde un paternalismo pedagógico que denigra el potencial creativo de la inteligencia de quien aprende. Directivos incompetentes y aferrados a la rigidez de las estructuras formales, desdeñan la frescura del pensamiento en aras de una organización curricular cerrada y de una aparente metodología que impide la búsqueda constructiva del conocimiento, tal como lo haría Einstein partiendo de la realidad y la experiencia.
Si bien las condiciones actuales del sistema de formación docente no han podido superar dichos estigmas, para poder revertir tal situación habrá que trabajar intensamente con un sentido que exceda el campo de la comprensión teórica y permita la transformación de dos indicadores que deberían someterse a un replanteo pedagógico y epistemológico profundo y urgente:
- La cuestión del contenido, que se comporta como un indicador adscripto a la mera información estática y presentado como un sistema notacional (H.Gardner) de imágenes fijas y que excluye el proceso de construcción rigurosa del conocimiento.
- La cuestión del método, que se rige por el paradigma de un conductismo que sustituye la visión del proceso mental de quien aprende, afectando su autonomía y su capacidad constructiva proveniente del talento.
Por tal razón, ante este estigma cuasi-insalvable que presenta el sistema de formación docente, el replanteo de las estructuras de pensamiento y modelos mentales de supervisores, directivos y docentes se presenta como prioritario para acceder a la calidad educativa. Tal replanteo no debería responder a un modelo estático y a contenidos que se comportan como imágenes inmóviles que inmovilizan la inteligencia de futuros docentes que terminarán, a su vez, enseñando tal como aprendieron.
Dr. Augusto Barcaglioni