Entre el consumo de una vida aparente y la construcción de una vida propia
Cuando los individuos no ejercen el dominio de sus pensamientos, mantienen sus mentes absorbidas, inmovilizadas y sometidas al vaivén de imágenes erráticas y no constructivas. Este desorden mental les hace perder el eje de sus vidas y los conduce a aceptar o a rechazar los hechos en función de la propia conveniencia, de intereses ocultos, temores y culpas, sin excluir los intentos manipulatorios de los que suelen ser víctimas.
Pero hay otro elemento que lleva a la pérdida del propio eje y a la aceptación o al rechazo de los hechos y que consiste en dejarse influir y condicionar por la frivolidad del prestigio o la mala fama de ciertas palabras, ideas y opiniones relacionadas con los hechos en cuestión. Y aquí se produce un desplazamiento en el que el lenguaje y las palabras provenientes del exterior adquieren una vigencia y fuerza ontológica tal, que invaden la realidad interna del sujeto y debilitan su capacidad de iniciativa.
Esto conduce a que las palabras así utilizadas se comportan como rótulos y etiquetas adscriptas a un rango imaginario de realidad, en virtud de que la seducción del prestigio o la mala fama de aquéllas funcionan como un aditamento mental extrínseco que distorsionan la percepción de los hechos. Tales aditamentos, sean o no generadores de rechazo o aceptación, provienen de una carga semántica y emocional alejada del estado consciente y del propio eje del individuo, induciéndolo a la confusión, a la ilusión o al engaño.
Pues es evidente que sin el ejercicio de su propia experiencia y sentido crítico, el sujeto fuera de su propio eje termina por consumir y acatar pasivamente imágenes e ideas estereotipadas a las que les confiere un rango aparente de evidencia o realidad. Rechazar una palabra o aceptarla solamente por su trayectoria, prestigio o desprestigio socio-cultural, desvirtúa el contacto experiencial del sujeto con lo que le rodea y le impide la construcción del conocimiento de sí mismo de manera más acorde con su realidad.
La trayectoria y el historial que suelen tener las palabras vacías de contenido, se van entrelazando con diversos factores cargados de una emocionalidad cuya frivolidad no guarda correlato alguno con la conciencia de sí mismo. Ante esta falta de lucidez de una mente obnubilada por la inconciencia, se prepara el caldo de cultivo para que ciertos modelos mentales generen distorsiones e interpretaciones aviesas de los hechos y sustituyan la realidad.
En tales casos, el sujeto se encuentra situado en una encrucijada mental que le exige optar entre la comodidad de consumir pasivamente una vida vacía sostenida por las apariencias o la de construir una vida personal sustentada en la propia experiencia y en el ejercicio consciente de su autonomía.
Es por eso que el rechazo o la aceptación de ideas y teorías expresadas en palabras que responden a modelos mentales que responden al dictamen de la moda y de las jerarquías sociales e institucionales, generan prejuicios relacionados con los valores sociales, la moral, la religión y las costumbres familiares, que se comportan como verdaderos rótulos y estereotipos sustitutivos del ejercicio de la conciencia individual.
Este proceso, que desvía e impide al sujeto la construcción de su vida propia, tampoco desdeña la representación de lo real mediante imágenes virtuales que generan una mediatización del contacto sensible del sujeto con la realidad. En este caso, la mente queda inmovilizada en la aceptación y acatamiento pasivo de una realidad diseñada de manera estática por otros.
A partir de tal desvío, la experiencia de la realidad queda ceñida al campo de la ficción y la apariencia y a una subjetividad anárquica potenciada por la sumisión mental. Esto exige, desde el punto de vista pedagógico, que el proceso formativo del ser humano debe permitirle no sólo conocer el potencial de su intelecto, sino también identificar los múltiples condicionamientos inducidos desde el exterior por el lenguaje y la palabra ajena que interfieren el conocimiento de sí mismo y obstaculizan su superación.
Por tal razón, el proceso pedagógico debe brindar recursos para el logro de la organización y el uso debido de la inteligencia como condición necesaria para que la construcción de una vida propia no se someta a un sistema extrínseco de valores y creencias y se rija por la sensibilidad del sujeto y el ejercicio consciente de su autonomía intelectual.
Dr. Augusto Barcaglioni