Cuando el alumno duerme en clase, provoca en el docente una profunda sensación de frustración y, en algunos casos, de molestia e ira.
Trataremos de reflexionar sobre este hecho a fin de elaborar una guía sencilla y aplicable en el momento que la situación se presente. En tal sentido, es el docente quien, en su fuero interno, debe preguntarse y responderse a sí mismo dos cuestiones relacionadas con el alumno:
a. ¿Estará cansado, con hambre, con resaca, con algún dolor y necesitará dormir?
b. ¿Se estará aburriendo y no le interesa los temas ni los ejemplos que estoy tratando?
Estas dos preguntas obvias deberían guiar la acción y la estrategia del docente para actuar con acierto.
Pero antes de actuar, será muy útil y prudente que evite dos cosas: molestarse con el alumno o decirle algo. Es decir, guardar silencio, reflexionar y después actuar.
¿Qué tiene que reflexionar el docente antes de actuar?
En primer lugar, tratar de conocer mejor por qué dicho alumno duerme: si lo hace porque viene obligado, presionado, por irresponsable, porque vive en un desorden constante o estará enfermo. En segundo lugar, revisar internamente cómo estoy presentando los temas, si lo hago sin ejemplos o con ejemplos aburridos, si me hago entender, si soy demasiado teórico.
Estas sencillas reflexiones van a permitirle al docente encontrar la mejor manera para salir del paso y hacerlo de manera serena, sin molestarse y con dominio de la situación.
En el modelo tradicional, centrado en una enseñanza rutinaria y sin vida, el alumno es sancionado mediante descalificaciones y reproches. En un modelo autónomo, el docente siente que tales hechos surgen de una realidad causal a la que podría ayudar a cambiar o corregir.
En todos los casos, tener en cuenta que CUANDO EL DOCENTE DINAMIZA LA MENTE DE SUS ALUMNOS, MUCHOS SE DESPIERTAN Y PONEN GANAS PARA TRABAJAR.