El camino de la idoneidad docente
Las paradojas de la formación docente y la incompetencia directiva, que señaláramos en nuestras notas sobre el constructivismo, conducen a una educación sin nivel y afecta la calidad de la enseñanza en todo el sistema. Tal situación guarda un correlato con lo manifestado en nuestras encuestas, donde cerca de un 80% de las respuestas indica que la baja calidad de los procesos de aprendizaje se debe a la existencia de una metodología ineficiente. Y aunque tal metodología sea atribuible a los propios estudiantes cuando aprenden o a sus docentes cuando enseñan, lo cierto es que ello se debe a problemas de idoneidad en el ejercicio docente y que, en casos extremos, configura un verdadero problema de mala praxis.
Si hacemos un recorrido más minucioso acerca de la forma como se estudia en ese sector del nivel terciario afectado por la “secundarización” de los procesos que implementa, se advertirá que los docentes en formación no reflexionan con creatividad el contenido de lo que supuestamente están aprendiendo. Lamentablemente, en ese recorrido por el sistema de formación docente nos encontramos con no pocas aulas cuyas cátedras en lugar de trabajar ideas e hipótesis manipulan fotocopias. La lectura apurada, tensa y defectuosa de fotocopias y la memorización mecánica de textos e informaciones sin aplicación alguna, representan la forma cotidiana en que se desenvuelve un proceso obsoleto que deviene en pseudo aprendizaje.
Por eso, nos encontramos en la actualidad con el hecho lamentable de que la “insalubridad mental” generada por un aprendizaje forzado y rutinario, no sólo incide en la conocida crisis de calidad del nivel medio, sino que también ha llegado a invadir, paradójicamente, los claustros de los institutos de formación de los futuros docentes del sistema. En tales instituciones el estudiante no estudia a conciencia porque las presiones del apuro y la compulsión del título habilitante obvian y sustituyen los procesos y las reglas ineludibles del enseñar y aprender con arte y rigor. De allí que, en algunos casos, el resultado de los aprendizajes provenga y sea un correlato de la fatiga docente, de la rutina y falta de creatividad y de la falta de método para generar y ayudar a construir el conocimiento con acierto y precisión metodológica.
Esta paradoja que se advierte en no pocos centros de formación docente delata y agrava el problema de la crisis educativa de nuestros días. Muchos de sus docentes plantean que los estudiantes no saben pensar y que evitan hacerlo seducidos por la comodidad y por el paternalismo proveniente de la mencionada secundarización. Así, los alumnos se resisten a pensar porque no saben pensar y no saben pensar porque el hábito de aprender contenidos estáticos mediante memorización mecánica no les permite organizar con autonomía su propio aprendizaje.
Dicho paternalismo llega al extremo de que se haya naturalizado que el docente bosqueje en detalle los contenidos que deben aprender los estudiantes, sin poner énfasis en la elaboración de hipótesis y en desarrollar la capacidad de razonar sobre el tema y sus aplicaciones. En ausencia de trabajos y de proyectos orientados a la aplicación de los contenidos que se aprenden, la memorización mecánica sustituye la construcción del conocimiento y anula el intercambio, la discusión grupal y las investigaciones independientes.
Al soslayar el trabajo de pensar y de hacer pensar, los afectados van en busca de las respuestas correctas y ya elaboradas por otros. Este hábito de consumir el pensamiento ajeno y de repetir bibliografía sin someterla a hipótesis de trabajo, genera sumisión mental e impulsa al sujeto a ejercer resistencia ante cualquier cambio o innovación. Sometidos a la letra e imagen estática del contenido, tanto los docentes como los estudiantes no se preparan, no logran aplicar los conocimientos ni construir experiencias a través de un método que enseñe a pensar con rigor. Esto provoca que muchos estudiantes terminen sus estudios y egresen como docentes habiendo aprendido lecciones con un formato uniforme que termina por acentuar una recóndita falta de confianza en sí mismos.
Ese aprendizaje memorístico, llevado a cabo por medio de una metodología deficiente, crea la ilusión de un saber que no se tiene ni se puede lograr de tal manera. De allí surge el agravante de que aquellas páginas impresas en la memoria serán replicadas luego casi al pie de la letra a niños y adolescentes ávidos de conocimientos vivos y de experiencias renovadas, acordes con la dinámica propia de la vida y la evolución de una realidad científica, tecnológica y social. En ausencia de hipótesis y de hábitos de contrastación, indagación y análisis, el futuro docente hará la misma práctica con sus alumnos en el futuro, cerrando así un círculo vicioso de difícil reversión.
Pues el docente enseña tal como aprendió y de ello da cuenta lo que se observa en el actual sistema. Si los niños y adolescentes se aburren y carecen de motivación para aprender, ello se debe (salvando los casos extremos de la indigencia), al hecho de que el aprendizaje no se abre a la dinámica ni al conflicto creativo de la vida real. Es un aprendizaje encerrado en una circularidad rígida, que a su vez se origina en la rigidez de la circularidad ya vivida en el sistema de formación docente.
La gestión institucional de aquellos institutos que, en sentido opuesto, saben responder con profesionalidad y seriedad científica a los principios y métodos exigidos por la formación y el desarrollo docente, logran cumplir su alta función renovadora y contribuir a la búsqueda de la calidad. En tal sentido, se esfuerzan por asumir el desafío de un cambio de paradigmas sustentado en enfoques innovadores y en metodologías orientadas a la mejora de los modelos mentales de los docentes. Ello es posible porque la gestión de tales instituciones cuenta con directivos y docentes decididos a des-aprender, aprender y re-aprender, tal como lo exige la evolución de la ciencia y el reclamo de una realidad cambiante.
La conciencia de un cambio en los modelos mentales y paradigmas de aprendizaje surge de una cultura institucional que privilegia el nivel académico y la calidad de la formación docente por sobre aquellas cuestiones provenientes del prejuicio, la manipulación, los intereses y la búsqueda de la conveniencia personal, de grupos y/o sectores. Asumir un cambio de tal envergadura exige a todo directivo y educador grandes dosis de modestia intelectual para afianzar una permanente apertura a los nuevos conocimientos. Este el recorrido inexcusable y gratificante del verdadero camino a la idoneidad docente…
Dr. Augusto Barcaglioni