TRABAJAR ENTRE LA FATALIDAD Y LA LIBERTAD
Si observamos a nuestro alrededor, todos estamos haciendo algo. Pero de manera diferente; unos ocupados en menesteres importantes, otros apurados, otros en trivialidades, otros soportando necesidades. Lo cierto es que casi todos estamos ocupando el tiempo a un ritmo impuesto por las circunstancias, lo que nos lleva a vivir apurados en un momento, tranquilos en otro o pasivos en otro. Esta forma alienante de vivir podría ser neutralizada si nos imponemos una pausa simple y con costo cero. Sin llegar a una detención del trabajo o tarea que estamos haciendo, podríamos hacer una pausa mental desde la reflexión.
En esa reflexión surgirá que probablemente nos sintamos esclavos haciendo de manera compulsiva y obligada cosas que, en ciertos aspectos, no hemos elegido hacer. Esto nos lleva al desgano y a la insatisfacción con lo que estamos haciendo. Así, descubrimos que estamos entre la fatalidad y la libertad y que estamos obligados a la realización de tareas que se han convertido en rutinas inevitables por mero acostumbramiento.
El acostumbramiento por falta de conciencia en lo que hacemos es el umbral de la fatalidad, entendiendo por ella lo que se presenta en la vida como una fuerza que nos somete y tiraniza sin dejar posibilidades de expansión y elección. Así lo siente un artesano que dejó de disfrutar con su arcilla, el cirujano que quedó entrampado en el cronograma implacable, los padres que no tienen el tiempo suficiente para jugar y dialogar con sus hijos, los educadores que por la fatiga y apuro enseñan sin alegría, el músico que por competir con su colega termina transformando su música en el trofeo para un éxito sin disfrute.
Todos estamos sometidos a la fatalidad en la medida que inunde nuestra mente la rutina y la monotonía. Por eso, la fatalidad se apodera de la vida desde un estado mental signado por la impotencia y el temor. Pero un enfermo terminal y desahuciado quizás pueda revertir semejante fatalidad si transforma lo poco que queda en un trayecto más consciente y reflexiona acerca del sentido de lo que vive. Este estado consciente le permitiría saltar de la fatalidad a la comprensión y de aquí a la libertad interior. Es la conciencia de su libertad la que diluye la fatalidad, pero ello es posible si descubre dentro de sí mismo esa fuerza constructiva que emerge de la misma vida y se expresa en el amor y el bien dirigidos a fortalecer un vínculo de naturaleza superior con todo lo que le rodea.
En ese vínculo de calidad superior no cabe la fatalidad; por el contrario, permite nutrir una relación que probablemente, y a pesar de ciertos episodios dolorosos, el aprendizaje y el conocimiento brindado por tal experiencia pudieron convertir el torbellino cotidiano en un remanso genuino.
Dr. Augusto Barcaglioni
(Agradeceremos contestar la breve encuesta semanal, ya que una simple tilde nos permitiría aproximar nuestras notas y reflexiones hacia los
temas más sensibles y críticos)