La ansiedad y la sensación de angustia de fin de año

La ilusión del “borrón y cuenta nueva”

Una sensación generalizada en la última etapa del año es la angustia por finalizar los trámites y proyectos todavía pendientes. Tal estado emocional explica la insatisfacción por no haber aprovechado el tiempo para culminar y darle forma a lo que se tenía previsto. Esto alimenta la ilusión del “borrón y cuenta nueva” y la mágica e inmadura sensación de que pronto habrá un cambio promisorio sin que medie el esfuerzo de un proceso transformador y de previsión consciente.

La fantasía de perfección para terminar el año, provoca una avalancha de recuerdos de cosas pendientes que a toda costa se quieren realizar. Este estado anímico se traduce en conductas de apuro, tendientes a hacer de manera agitada y en el poco tiempo que resta, lo quedó sin hacer ni concluir, todo bajo la idea de recuperar el tiempo perdido.

Dejando de lado ciertos casos, relacionados con asuntos contables o aquellos que exigen un cierre formal y obligatorio, la mayoría de las personas se auto-imponen un “cierre" imaginario y compulsivo que no necesariamente debe ser realizado en dicha época.

Una característica de este proceso es su duración y la alta irritabilidad que sufre quien lo vive. En realidad, dura un par de semanas, en cuyo espacio la imaginación impele al sobresalto y a la intranquilidad sin observar serenamente la realidad. En primer lugar porque, dominada la mente por el apresuramiento, se incluye en la agenda un cúmulo de objetivos sin tener en cuenta el tiempo realmente disponible. En segundo lugar, porque el sujeto imagina que es posible lograr en el poco tiempo que queda lo que no fue realizado por razones de postergación, dejadez, comodidad o inexperiencia.

Así, las personas que sufren esta situación, tienen dentro de sus mentes la imagen de las cosas todavía no terminadas en un estado de oscura insatisfacción por no haber aprovechado el tiempo. Sea como fuere, lo cierto es que en estas condiciones se vive con un nerviosismo que potencia la impaciencia, el apuro y la irreflexión . Por eso, se busca recuperar cuanto antes el tiempo y hacer las cosas pendientes para “cerrar” el año en condiciones óptimas. Y es aquí cuando el uso poco inteligente del reloj, la agenda y el almanaque empieza a fragmentar la vida sin que la víctima pueda advertirlo.

Para los afectados, este escenario mental está cargado de episodios generadores de tensiones y estrés. De esta manera, las urgencias terminan por triturar la vida atomizándola con descontentos e insatisfacciones que se fueron gestando en una causa mucho más profunda, relacionada con la pérdida gradual del sentido de la vida cotidiana.

La idea de pasar de un año viejo con cosas pendientes a un año nuevo con proyectos de renovación, es una trampa de la imaginación sin control. Es un pasaje de lo viejo a lo nuevo totalmente ficticio, impuesto con rigidez por los usos y convenciones sociales y laborales artificiosamente acatadas sin reflexión ni autonomía de pensamiento.

La vida en su expresión cotidiana es un despliegue continuo a modo de un suceso que, en el caso de los seres humanos, debería transcurrir sin interrupciones. En el acontecer vital de un árbol o de cualquier animal, la vida está atravesada por la dinámica incesante de un transcurrir intenso. Es así como la semilla transcurre a través de los años en la secuencia ininterrumpida de momentos que configuran el proceso evolutivo por el que va haciéndose árbol.

Todos los vivientes, salvo el hombre, transcurren el acontecer de la vida sin saltos ni interrupciones. Por eso el ser humano debe aprender a vivir, ya que la vida humana, en sus distintas facetas y dimensiones, puede sufrir interrupciones en ese continuo. Quien sabe vivir la vida, disfruta a pleno el transcurrir de la misma hacia su evolución.

La avidez del hombre por el control de ese proceso, lo condujo a medir el transcurso espontáneo de la vida, dando lugar a los conocidos instrumentos del reloj, la agenda y el calendario apoyados, en versión más sofisticada, por los instrumentos informáticos de última generación que potencian los estándares de velocidad y provocan la grata sensación de la cuasi-simultaneidad on line. Utilizados con inteligencia, tales instrumentos son verdaderos auxiliares de la vida en el campo de la convivencia familiar, laboral o social:

  • Quien utiliza con inteligencia el reloj, domina el tiempo cronológico y puede vencer el apuro y no caer en las alteraciones de la agitación ni de las tensiones estériles frente a la sensación del tiempo que no alcanza.
  • Quien utiliza con inteligencia su agenda, no se somete con rigidez a la misma y la convierte en un auxiliar para un recordatorio sin sobre-exigencias ambiciosas. 
  • Quien utiliza con inteligencia el conocido almanaque no fragmenta su vida en los siete días de la semana ni en los doce meses del año y es capaz de recorrer el tiempo en la fecundidad de un proceso sensible, sin dividirlo ni atomizarlo por el apuro o el apresuramiento.
  • Quien utiliza con inteligencia, disciplina y moderación la variada gama de posibilidades que le ofrece la tecnología digital, estará atento para no caer en el complicado laberinto que lo podría conducir a la pérdida de la propia intimidad, al vacío consumista y a la pérdida de reflejos mentales para pensar por sí mismo. 

Por eso, quien vive con rigidez y descuido, provoca interrupciones por el uso indebido de su inteligencia y fracciona sus días y horas alterando, por vía de letargo o apresuramiento, el continuo sensible y armonioso de la vida. Tales interrupciones son causas de incomodidad y malestar, dado que le sustrae a la sensibilidad el encanto de la vida como un fluir activo y placentero.

Las preocupaciones, los reproches y la angustia por el futuro, son maniobras especulativas de la mente que someten la vida al dominio lineal y poco flexible del cálculo y la medida del tiempo. Aquí la vida queda alterada y fragmentada, dado que el temor y la recriminación provenientes de la rigidez mental se comportan como funciones de retardo de la vida y de retracción de la colaboración expansiva ante el entorno.

Vivir la vida sin fragmentaciones y armonizarla en la intensidad sensible de dicho proceso continuo y abierto, requiere una mente lúcida y consciente y el fortalecimiento de la voluntad para la acción y el aprendizaje continuo. Esto permitirá actuar y vivir  de manera constructiva, superar las barreras de la inercia mental y habilitar un campo de experiencias de aprendizaje autónomo, innovador y cooperativo.

El punto de partida para concretar tal propósito requiere, como condición necesaria e insoslayable, el replanteo de nuestros modelos mentales disfuncionales y auto-referenciales a fin de promover el cambio del modo de pensar, de vivir y de relacionarnos con que vivimos la vida rutinaria anterior. De esta manera, estaremos a resguardo, durante el trayecto de nuestra vida cotidiana, de la seducción y el dominio de los mandatos inmaduros y obsoletos, reflejados en esta época agitada y compleja en la ingenua y burda pretensión de la conocida frase “año nuevo vida nueva”. 

Asumir una nueva cultura centrada en el proceso evolutivo de una vida superior y no en la búsqueda de resultados aparentes y fugaces nos exigirá, como tributo necesario, vivir en la conciencia de que cada instante, que configura el transcurso de nuestra vida, esté asistido por una firme voluntad de cambio y afianzado por la constancia y la paciencia inteligentes. Recién allí podríamos decir que estamos aprendiendo a vivir con sentido trascendente.

Dr. Augusto Barcaglioni

Link relacionado: http://cognitio.com.ar/2013/02/el-arte-de-empezar-de-nuevo/

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Dr. en Ciencias de la Educación. Profesor de Lógica y Psicología (UCA). Contacto: barcaglioni@hotmail.com.ar