Norberto Abdala (*)
Pregunta:
Doctor, tengo un compañero de trabajo que me tiene mucha envidia, habla mal de mí y critica que me den beneficios y a él no. El otro día borró un trabajo de mi computadora. Me está enfermando. (Noelia R., Campana).
La palabra envidia procede del vocablo latino “invidere”, que significa “mirar con malos ojos”. Aristóteles la definía como “el dolor por la buena fortuna de los otros” y ha sido considerada uno de los siete pecados capitales.
Una de las características de la envidia es que se genera con quienes están más cerca del envidioso: hermanos, familiares, amigos, vecinos, compañeros de trabajo. Es decir, personas que están en una situación de cierta simetría o igualdad con él.
Es por eso, por ejemplo, que se tolera y admira que Bill Gates tenga la fortuna que tiene pero no que el vecino compre un auto costoso y de marca exclusiva o que un amigo se mude a una casa lujosa.
El itinerario que sigue la envidia sería más o menos así: él tiene algo que yo quiero pero que no tengo, por eso me siento resentido, disminuido y enojado; debo entonces destruir lo que él tiene y si puedo, a él también.
Por lo tanto, la envidia (sentimiento más primitivo que los celos) se caracteriza por ser muy destructiva de los vínculos personales y condena al sufrimiento tanto al envidioso como al envidiado.
Conviene diferenciar la envidia de la admiración, porque esta última implica un sentimiento de afecto y acercamiento hacia la persona y un intento positivo para conseguir logros similares; la envidia, en cambio, implica sentimientos negativos hacia la persona envidiada y no estimula a conseguir lo que se desea.
Una persona envidiosa puede mostrar una apariencia amable, simpática, de respeto o simulada admiración, aunque si se la observa atentamente suele alegrarse por los fracasos ajenos y sufrir por los éxitos de los otros. Pero insume tiempo y energía con críticas, habladurías o pensamientos negativos hacia los demás sin poder ocuparse de atender sus metas.
A menudo, esa persona envidiosa piensa que los demás consiguen las cosas con facilidad, sin ningún esfuerzo, y que los acompaña la buena suerte, mientras él debe lidiar con la injusticia, el destino y la insatisfacción, ya que nada le resulta suficiente, con la consecuente frustración y rencor como sentimientos habituales.
Por ser un sentimiento universal, algunos expertos se interrogan si existen causas biológicas. Según el biólogo molecular J. Medina (autor de El gen y los siete pecados capitales), “no se ha aislado un gen responsable de este sentimiento ni se ha identificado una región del cerebro dedicada a la envidia”.
Pero sí se observó, a través de imágenes del cerebro, que al pensar sobre una persona por la que siente envidia se activan regiones vinculadas con el dolor, mientras que si se piensa sobre el fracaso de la persona envidiada se activan los centros de placer.
La envidia enferma, ya que produce emociones nocivas como dolor, angustia, depresión, rabia, enojo, amargura y hostilidad. Y además refuerza inseguridades y sentimientos de inferioridad del envidioso.
Sin embargo, la mayoría de las personas no suele aceptar que tiene envidia y rara vez acostumbra consultar al psiquiatra o al psicólogo sobre el tema. Siempre es saludable reconocerla para intentar domesticarla o buscar la ayuda adecuada.
VIVA 23.11.2014
(*) Doctor en medicina. Psiquiatra y docente universitario – norbertoabdala@gmai.com