Khalil GIBRAN
1883-1931. Ensayista, novelista y poeta libanés.
Por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes.
En el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante y detrás de cada noche, viene una aurora sonriente.
Los hombres que no perdonan a las mujeres sus pequeños defectos jamás disfrutarán de sus grandes virtudes.
Para entender el corazón y la mente de una persona, no te fijes en lo que ha hecho, no te fijes en lo que ha logrado, sino en lo que aspira a hacer.
No busques al amigo para matar las horas, sino búscale con horas para vivir.
Del hablador he aprendido a callar; del intolerante, a ser indulgente y del malévolo, a tratar a los demás con amabilidad. Y por curioso que parezca, no siento ninguna gratitud hacia esos maestros.
Das poco cuando das tus posesiones. Es cuando das de ti mismo cuando realmente das.
La más bella palabra en labios de un hombre es la palabra madre y la llamada más dulce: madre mía.
El amor sólo da de sí y nada recibe sino de sí mismo.
El amor no posee y no quiere ser poseído.
Porque al amor le basta con el amor.
El silencio del envidioso está lleno de ruidos.