RIGIDEZ MENTAL E INADAPTABILIDAD A LOS CAMBIOS

En oposición a los sistemas cerrados y determinísticos, los sistemas abiertos tienen dispositivos de regulación para intercambiar con su entorno (como se observa en los sistemas biológicos, sociales y organizacionales). Cuando ese mecanismo de regulación se ve afectado, la relación sistema-entorno deja de ser fluida y el sistema pierde capacidad de reacción. En tal caso, se instalan funciones de retardo que pueden conducir a la inacción y a la inadaptabilidad profunda. Ello explica el proceso de la enfermedad en los sistemas vivientes, la burocracia en los sistemas administrativos y por qué ciertos sistemas se transforman en obsoletos o tienden a desaparecer. En tales situaciones, se instala un estado de rigidez, al mantener sin variación estructuras que han perdido su capacidad de transformación y de autorregulación para hacer frente a la dinámica impuesta por la relación sistema-entorno.
 
La educación es un sistema abierto por definición, ya que las fluctuaciones y cambios del entorno le exigen el cumplimiento de funciones de aceleración para lograr un nivel de adaptabilidad que le confiera vigencia y eficiencia. De allí que la eficiencia del sistema educativo va a depender de su capacidad adaptativa a las transformaciones de la sociedad, al cambio de expectativas de la comunidad, al avance científico-tecnológico, a la evolución de los conocimientos y a una multiplicidad de variables que componen el universo próximo y remoto de la escuela. Por lo tanto, es insoslayable que la educación como sistema social genere y promueva dispositivos y mecanismos de regulación que garanticen la constante apertura a los cambios del entorno.
 
El mecanismo de regulación varía según la naturaleza y características del sistema y, en todos los casos, su función es garantizar y mantener al sistema en equilibrio dinámico ante las variaciones del entorno. En los sistemas humanos como la educación, ese mecanismo de regulación es ejercido por el docente, ya que desde su práctica didáctica habilita a cada niño o adolescente para adaptarse a las exigencias del entorno mediante la adquisición de nuevos conocimientos, habilidades y destrezas. Y como ello comporta un proceso dinámico, la intervención docente no puede adscribirse a la rigidez del pensamiento, pues la configuración psico-emocional y cognitiva inherente al sujeto de la educación escapa al determinismo de los procesos pedagógicos centrados en contenidos estáticos y lineales.
 
Esto nos conduce a un replanteo de los sistemas de formación docente que, a juzgar por los problemas de calidad y de competencias para lograr la adaptación a los cambios de paradigmas, adolecen de una obsolescencia incompatible con las nuevas expectativas y necesidades socio-culturales que impone el avance científico-tecnológico. En la medida que el sistema de formación docente no se configure como un modelo adaptativo y abierto para responder con eficiencia al cambio de paradigmas, los futuros docentes carecerán de las herramientas y estrategias que les permitan actuar en los escenarios que se avecinan con una mayor creatividad, flexibilidad y acierto. 
 
Ello explica, en definitiva, por qué en el consenso social la educación no escapa a consideraciones relacionadas con la rigidez mental por sostener viejos paradigmas que impiden la adaptabilidad a los cambios.
 

Dr. Augusto Barcaglioni
 


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Dr. en Ciencias de la Educación. Profesor de Lógica y Psicología (UCA). Contacto: barcaglioni@hotmail.com.ar