Cuando el cuerpo agraciado deja de pertenecernos
En general, y muy en especial los jóvenes y mujeres atractivas, albergan un sufrimiento paradójico que no condice ni guarda proporción con las condiciones envidiables y las cualidades llamativas de sus propios cuerpos.
Las imposiciones de los estereotipos de belleza incentivan y sobre-estimulan un estado de insatisfacción que encadena la mente y no dejan pensar ni sentir el propio cuerpo de manera espontánea y natural. Por eso, se llega al punto extremo de perder autonomía en los criterios de valoración y se le cede a los estereotipos de la moda la decisión acerca de lo que es o no es bello y atractivo.
Esto conduce a un malestar y descontento generalizado, ya que quienes poseen un defecto imperceptible y hasta imaginario, sufren con la misma intensidad que aquellos que no se sienten agraciados con su cuerpo.
De esta manera, se cae en las garras de modelos que terminan por someter las mentes. Al buscar el cuerpo ideal desde un estereotipo inculcado, dejamos de poseerlo, para ceder la propiedad del mismo a otros, bajo formas imaginarias que irrumpen a través de la cultura, de los prejuicios, del poder y de los intereses.
Al buscar ser como la sociedad y la moda lo imponen, desde ese mismo momento nuestro cuerpo deja de pertenecernos para pasar a pertenecer y a identificarse a un modelo que define y establece un rango con estilo, características y detalles triviales. Los mismos, por su fugacidad, conllevan el germen de la insatisfacción y del descontento permanente.
De allí que hoy nos encontramos con una gran paradoja, dado que mientras más autonomía anhelamos para mantener nuestra identidad personal, por otro lado la perdemos, desvaneciéndola en el tumulto de las imposiciones y condicionamientos alienantes.
Así, mientras buscamos con afán el ideal de belleza, más experimentamos la necesidad de aprobación ajena. Es así como nos disolvemos y dejamos de ser, al diluirnos en las fantasías de la moda y alienarnos en los parámetros artificiales de una caprichosa nivelación estética.
No podemos dejar de advertir el trasfondo pedagógico-cognitivo de este conflicto, pues el sometimiento y sumisión de la mente es el caldo de cultivo para potenciar un descontento generalizado que, en nuestros días, se está convirtiendo en un verdadero contagio mental para niños y jóvenes que van debilitando sus propias reservas para poder vivir con más plenitud e intensidad.
En la medida que el proceso formativo de niños y adolescentes esté centrado en los valores superiores del ser humano, podrán mantener su autonomía de pensamiento y cultivar su identidad. Desde este proceso de superación personal, el ideal y el anhelo estético podrán guardar un equilibrio humanizador y alejado de los estereotipos alienantes de la frivolidad.
Dr. Augusto Barcaglioni