¿Qué tiene cada uno en su mente?
Cuando vemos a una persona, conocida o no, surge la necesidad de indagar acerca de cómo es su vida y en qué cosas o cuestiones ocupa su tiempo y los espacios de su mente. Así, en unos casos, el observador indaga acerca de aspectos relacionados con las condiciones materiales, de confort, de trabajo, de convivencia, si tal persona tiene aspiraciones y metas, si posee familia, vive bien, de manera confortable o sufre necesidades.
Todas estas preguntas se desencadenan o eslabonan automáticamente cuando estamos frente a un tercero, incidiendo en ello su forma de hablar, el modo de vestir, si es agradable o no. De esta manera, la gran mayoría cree conocer a los demás, sin advertir que tales indagaciones y suposiciones pueden estar condicionadas y provenir del propio modo de ser, de vivir y pensar de quien observa.
Podríamos observar, entre las diferentes y múltiples personas que nos rodean, que sus mentes están ocupadas y/o preocupadas en una amplia gama de posibilidades emocionales:
- Quienes no saben cómo vivir ni qué hacer durante el día.
- Quienes sólo se ocupan de los problemas del día a día o de los problemas futuros que todavía no llegan.
- Quienes se encapsulan en el pasado en medio de preocupaciones estériles.
- Quienes viven inmersos y condicionados por los estímulos que van pasando minuto a minuto.
- Quienes no saben salir de los problemas ni pensar en cuestiones relacionadas con la propia superación personal.
- Quienes achican la vida y reducen su energía con objetivos pobres y mezquinos.
- Quienes apagan y oscurecen su propio estado mental desde las primeras horas del día.
- Quienes creen iluminar sus vidas utilizando lemas, estereotipos y criterios ajenos.
- Quienes rellenan sus mentes con el vacío de las ilusiones y fantasías que consumen para entretener o sobrellevar un tiempo que no soportan.
- Quienes iluminan y orientan sus vidas con creencias falsas y fanatismos crónicos.
- Quienes viven satisfechos consumiendo bienes culturales tasados por el mercado a un valor ficticio y engañoso.
Este tipo de indagación está relacionada con la historia familiar, social, cultural, barrial, laboral y con las preferencias y hábitos cotidianos. Pero cabría agregar otra indagación más sutil y profunda, relacionada con el contenido de la vida en un plano que no se agota ni remite a las preocupaciones que acechan la periferia de la vida cotidiana común. Se trata del contenido mental y sensible que algunos individuos construyen para hacer más fecunda, consciente y constructiva la vida que están viviendo.
Esto lo podemos observar en quienes conciben su vida como un espacio de realización personal, sin sometimiento ni dependencia y bajo el auspicio de la propia conciencia:
- Quienes piensan en mejorar la vida y en hacerla evolucionar y trascender.
- Quienes son conscientes de que vivir la vida no significa adscribirla a los comportamientos rutinarios del consumismo, la frivolidad y la banalidad.
- Quienes buscan incorporar nuevos valores para el bien propio y ajeno.
- Quienes no limitan el espacio y el tiempo de la vida al cerco estrecho de la satisfacción inmediata perseguida a toda costa.
Como se puede observar, el contenido de la mente y las imágenes y pensamientos sostenidos por el sujeto, definen e inciden en el contenido de su vida y le marcan su grado de alegría, malestar o bienestar. De allí que tal como pensamos vivimos, dado que las imágenes mentales definen y deciden lo que vamos a realizar y vivir en cada momento. Sobre todo, definen la calidad de cómo vivimos y de qué manera hemos de transcurrir los momentos e instantes de la vida.
Cambiando el ángulo de tales observaciones, si en lugar de hacerlas en terceros las hiciésemos en nosotros mismos, llevaríamos a cabo un proceso pedagógico genuino bajo el principio mayéutico del “conócete a ti mismo”. Así, pasaríamos a gobernar nuestras vidas sin imposiciones ni presiones para pensar. Pues gobernar la vida supone, como paso previo e insoslayable, dominar y gobernar la propia mente, tal como lo estipulan los modelos pedagógicos pivotados en la autonomía intelectual.
En esto consiste el arte de educarse a sí mismo y de educar a otros. Se trata de revisar cómo aprendimos, qué contenidos inculcados todavía deciden por nosotros y de restablecer la iniciativa perdida del pensamiento. Y conociendo qué tiene cada uno en su mente, cómo funciona y cómo debe organizarla para pensar y sentir la vida con intensidad y autonomía, es como se podrá acceder a la felicidad y labrar una convivencia armonizada en la búsqueda de la propia superación personal.
Dr. Augusto Barcaglioni
(Agradeceremos contestar la breve encuesta semanal, ya que una simple tilde nos permitiría aproximar nuestras notas y reflexiones hacia los
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