Cuando el descanso es un añadido artificial y
una fantasía de liberación
Es tiempo de vacaciones y todos buscan programarlas en medio de intrigas, discusiones familiares y luchas internas por el tiempo que no alcanza. Que el dinero sea escaso, para algunos es un problema y para otros no. Pero ambos están igualados en un estado emocional: no pueden sustraerse a las preocupaciones y tensiones inherentes a la vida cotidiana y construyen imágenes de un descanso fuertemente deseado.
Surge, entonces, una situación que es necesario desmenuzar en profundidad: más allá de las cuestiones relacionadas con las agendas apretadas, con las preocupaciones y problemas, está latente un estado psio-emocional que, aunque desapercibido, no deja de ser real. Dicho estado se relaciona con la calidad de la vida que se está viviendo y con el poder disfrutarla o no.
Para saber si nuestra calidad de vida es tal, tenemos que indagar en el modo como usamos y sentimos el tiempo. Una vida apurada y agitada por los tironeos cotidianos que imponen la rutina y las agendas saturadas, genera en quien la padece una situación de abatimiento y de pérdida de la alegría y de la confianza en lo que se está haciendo. En este escenario mental, la fatiga reclama un descanso a modo de paréntesis. Esto es lo que nos ocurre, casi sin excepción.
Ahora bien, si el paréntesis es la salvación y aparece como necesidad imperiosa, el problema está en el párrafo. Calidad de vida es calidad en la forma como escribimos las páginas de nuestra vida cotidiana y si lo hacemos con una sensación de coherencia y sentido, tal como el escritor la vive con su futura publicación. En ninguna página bien escrita, el paréntesis ocupa el lugar central, sino que aparece como una forma de desahogo y aclaración de algo más importante. Saber escribir es saber darle la ubicación adecuada a los paréntesis; si éstos son sobrevalorados, tal exceso delata a un pésimo autor.
Sin embargo, como autores de nuestra propia vida, no respetamos las proporciones y buscamos los paréntesis salvadores bajo la forma de vacaciones irreflexivas. Una “vida mal escrita” por las tensiones, el exceso, el apuro y el descontento habitual, incrementa la búsqueda de nuevos paréntesis para un supuesto descanso, cuya bondad termina cuando se cierra el último día del disfrute ardientemente buscado. Y es allí cuando se reinicia el circuito de la fatiga, pues el paréntesis no alcanza para cambiar el texto y hacerlo agradable hasta el próximo paréntesis.
Cuando esto ocurre, podríamos graficar esa vida agitada como una concatenación de paréntesis supuestamente agradables. Nadie leería solamente los paréntesis de un libro, salvo que sufra la ilusión de encontrar en ellos el sentido total del texto. Esto no es calidad de vida, ya que el libreto con que se la vive resulta aburrido y los paréntesis se consumen como bienes liberadores que descomprimen imaginariamente las presiones acumuladas a lo largo del año.
Las vacaciones para muchos es un espacio de tiempo y un paréntesis añadido (y hasta sobre-añadido) a la propia vida. Se trata de personas que anhelan y esperan con su llegada el cumplimiento de una fantasía de liberación de las opresiones, rutinas y desgastes que han culminado en fatiga y cansancio. Pero la vida sigue mal escrita, con una lectura siempre aburrida y llena de tedio y cansancio.
Para otros, en cambio, las vacaciones no son espacios añadidos artificialmente, sino espacios habilitados en el contexto de una vida que ya se está disfrutando a conciencia y que no se ahoga ni asfixia en el desempeño de las tareas habituales. Este es un texto bien escrito, propio de una vida consciente que permite que el paréntesis sea reflexivo y no atolondrado.
Quienes disfrutan creativamente los fines de semana, por ejemplo, saben habilitar (y no añadir artificialmente) ese espacio de disfrute y bienestar en el proceso de una vida activa que no pacta con el aburrimiento, la apatía y la falta de voluntad. Por eso, para aprovechar las vacaciones hay que saber descansar y se aprende a descansar cuando hay una producción fecunda, expresada en la tarea cotidiana que hemos elegido. Cuando lo que hacemos no es grato y nos esclaviza, no hay sensación de producción y goce, por lo que el descanso añadido resulta fugaz y pasa a ser mero reposo inactivo.
Antes de programar nuestras vacaciones, y siguiendo la metáfora del paréntesis y la vida como texto, deberíamos preguntarnos acerca de cuál es el libreto que alimenta nuestra experiencia cotidiana, qué escribimos en las páginas de nuestra vida y con qué calidad vivimos el contenido de cada día. El paréntesis es oportuno y expresa siempre algo que esclarece, pero no puede discrepar del texto. En esta posible corrección y adecuación entre paréntesis y texto quizás encontremos la gran oportunidad de mejorar nuestro libreto y hacer de nuestra vida una sucesión de páginas estimulantes. Sólo así, los paréntesis gratificantes y habilitados a conciencia guardarán una sintonía y fecundidad acordes con la totalidad de una vida agradable.
Dr. Augusto Barcaglioni
(Agradeceremos contestar la breve encuesta semanal, ya que una simple tilde nos permitiría aproximar nuestras notas y reflexiones hacia los
temas más sensibles y críticos)