Una creencia mágica que impide lograr metas y objetivos
Cuando un individuo posee la capacidad para lograr una meta determinada, ello se debe a la existencia en él de una genuina disposición para realizar el esfuerzo necesario para concretarlo.
Pero hay que tener en cuenta que dicho propósito se va a lograr en proporción directa con la capacidad lograda y con el esfuerzo realizado. Esto explica por qué determinadas personas, aún poseyendo habilidades y capacidades similares, concretan de manera diferente sus objetivos en cuanto al tiempo insumido y la calidad obtenida.
En tal hecho no hay misterio, casualidad ni suerte alguna, simplemente hay capacidad personal lograda a través del desarrollo de aptitudes, tales como la decisión, la perseverancia, la disciplina, el orden y la constancia.
Por otra parte, la experiencia universal muestra claramente que el éxito fácil no es éxito, dado que debilita los resortes relacionados con la constancia y el esfuerzo y no permite desarrollar las capacidades que todavía el sujeto no ha llevado a su culminación. Pues aún la meta más trivial e insignificante, requiere una pequeña dosis de voluntad y concentración para ser lograda con acierto.
Así, cuando el niño, adolescente o adulto logran sus metas de manera fácil y rápida sin que hayan intervenido el esfuerzo ni las capacidades requeridas para concretarlas, la ventaja aparente de tener todo a mano no es tal y se convierte en un riesgo para el desarrollo personal y el logro de nuevas metas u objetivos más complejos.
El tener todo a mano es una suerte de edulcorante mental que empalaga, afloja y debilita el impulso requerido para lograr objetivos futuros. Tal situación se observa claramente en la tendencia de eludir cualquier esfuerzo, con la fantasía de que, aún así, las metas y resultados se logran con sólo desearlos e imaginarlos.
Por eso, se experimenta la sensación de que todo es posible y se puede tener todo. Ello trae como consecuencia el pensamiento mágico e inmaduro de que se puede tener todo al mismo tiempo y fácilmente. Lo cual explica la dificultad para comprender por qué las cosas no están al alcance de la mano según la velocidad imaginada.
El análisis sistémico de este modelo mental, permite comprender más a fondo por qué la crisis educacional, el rendimiento insuficiente de los individuos y los múltiples problemas en el plano personal y en las mismas familias, no han podido revertir una suerte de flagelo que contamina incluso el campo laboral y social.
La búsqueda del camino fácil para cumplir con la ley del menor esfuerzo no es otra cosa que ostentar una usina sin potencia. Al perder la fuerza de voluntad, lo que se hace se ejecuta porque es fácil y cómodo o, como en muchos casos, por mera urgencia o apremio, con el agravante de que lo que no requiere esfuerzo ni constancia, seguramente podría entrar en el terreno de las dilaciones y postergaciones.
Por otra parte, el patrón de velocidad que rige y se impone en nuestras vidas gracias a los avances de la tecnología en general, nos permite tener todo a mano y sin mucho esfuerzo. Así, es fácil observar que, en la percepción general de los individuos, el campo de lo posible se amplía cada vez más.
En consecuencia, todo aparece como simultáneamente posible y la mente queda embriagada ante un mundo de posibilidades que se extiende y amplifica cada vez más. No sólo todo lo imaginable se presenta como posible, sino que todo parece estar cerca y se puede tener a mano aquí y ahora.
Pero lo que es posible en la mente no es realizable con la misma velocidad en la realidad. Si bien aparece lo simultáneamente posible, ello no garantiza la simultaneidad de realización y ejecución. Todo está sometido a la dinámica de los procesos y ello exige aprender a esperar la concreción de las metas y objetivos imaginados.
Se espera aquello que demanda un tiempo de ejecución, después que se lo haya imaginado y pensado como posible. No comprender esta evidencia cognitiva y práctica, coloca al ser humano en una suerte de fisura existencial que conduce al padecimiento y frustración de los intemperantes e impacientes que no tienen capacidad de espera.
Por tal razón, sentir con liviandad y frivolidad que tenemos todo a mano, constituye un riesgo sistémico desde varios puntos de vista:
Por un lado, si el sobrante de tiempo no es utilizado para fines superiores que impliquen superación y evolución personal, el riesgo estaría dado en la infecundidad del ocio y en la indolencia improductiva ante el tiempo disponible.
Por otro lado, si el tener todo a mano inyecta negligencia e indisciplina en el proceder, la motivación para hacer cosas nuevas desaparece y el aburrimiento en el diario vivir genera el riesgo de relajar la vitalidad y la energía constructiva del sujeto.
Surge, entonces, que con las creencias y fantasías mencionadas, cualquier individuo corre el riesgo de hacer desaparecer de su vida la fuerza y el entusiasmo para crear y crecer. Pero el riesgo mayor asoma cuando la impaciencia y la incapacidad para esperar generan cada vez más apuro, bajo la ilusión y el pensamiento mágico de que todo está a mano y se puede tener todo al mismo tiempo.
En la medida que se vayan adquiriendo nuevas capacidades y renovando la mente, será posible evitar la frivolidad de pretender tener todo a mano y comprender que es necesario generar el esfuerzo requerido para tener todo a mano. Lo cual supone un cambio de posición mental, al percibir que el querer tener todo a mano no debería ser una pretensión frívola inicial sino un merecido disfrute terminal.
Sólo el desarrollo de nuevas capacidades y el esfuerzo constructivo transforman esa pretensión exigente y sin merecimiento en un verdadero disfrute como corolario ético y vivencial del esfuerzo, frente a todo lo que proyectamos y buscamos consciente y responsablemente.
Dr. Augusto Barcaglioni