Un análisis sistémico de la diferencia entre la mente infantil y adulta
En la mente infantil todo es posible porque las imágenes se suceden casi ininterrumpidamente, de acuerdo a los estímulos y sin control consciente. Esto explica lo difícil de convencer a un niño que imagina la posesión de una cosa, al punto de exigirla sin escatimar ni regular sus pretensiones. Esto es comprensible, dado que, por inexperiencia, para el niño todo lo que es simultáneamente posible en su imaginación también es simultáneamente realizable en la práctica. La fantasía de la simultaneidad imaginaria y real explica claramente por qué el niño exige y no espera cuando se le ocurren situaciones relacionadas con la posesión de algo. Como dijimos, esto ocurre porque no sabe hacerlo y por falta de experiencia.
Un principio sistémico refiere que en el campo de los sistemas en general, sean sociales, organizacionales, culturales, económicos y políticos, se puede lograr todo pero no al mismo tiempo. Aplicado al desarrollo y a la formación humana, podríamos decir que se pueden lograr todas las capacidades posibles y eliminar todas las deficiencias posibles para acceder a un estado superior, pero no se podría lograr al mismo tiempo. Percibir esto es un atributo de la experiencia, y ello nos permitiría ver el trayecto de la vida humana como un pasaje de la “omnipotencia” infantil a la mesura adulta. Por eso, para un adulto mesurado lo que aparece en su mente como simultáneamente posible reclama, para ser realizable, el componente de la acción dentro de la espera, dado que es evidente que lo simultáneamente posible no es simultáneamente realizable.
Para que lo posible surja y se manifieste en la realidad, aparte de actuar hay que esperar; pero para esperar hay que saber esperar. Y para saber esperar hay que generar el esfuerzo de aprender a esperar. Sin embargo, es necesario darse cuenta que para aprender a esperar hay que cultivar la paciencia y que para tener paciencia hay que conocer el trayecto de lo que se busca y no suponerlo imaginaria o antojadizamente. Por lo tanto, es el saber que otorga la experiencia el que permite al adulto esperar para que lo que es posible en la mente sea, con el tiempo, una efectiva realidad.
Este principio sistémico que responde al juego entre lo posible y lo realizable le confiere al ser humano, según la teoría del biólogo belga P.Vendryes, la alternativa de acceder a la autonomía intelectual. Desde el punto de vista pedagógico, permite la síntesis perfecta entre la frescura de la imaginación ante el campo de lo simultáneamente posible que vive el niño y la capacidad de saber esperar para decidir la acción oportuna y que constituye el atributo que emana de la experiencia del adulto. Que el niño no pueda ejercer conscientemente esta capacidad de espera es comprensible por su inexperiencia invencible; pero que el adulto viva el mundo de lo posible y no sepa esperar ni saberlo realizar con paciencia, constituye una verdadera falta de madurez y el ejercicio de una incomprensible dejadez e indolencia para ejecutar.
Dr. Augusto Barcaglioni
(Agradeceremos contestar la breve encuesta semanal, ya que una simple tilde nos permitiría aproximar nuestras notas y reflexiones hacia los
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