Primera parte:
Energía mental fuera de control
Si algo unifica a todos los seres humanos es que, sin excepción alguna, son usuarios de las imágenes mentales que construyen en cada momento de sus vidas. En cada instante y de manera a veces vertiginosa, a veces apacible, o cuando el sujeto actúa o cuando descansa, o cuando actúa bien o cuando actúa mal o destruye, siempre su mente está manejando y construyendo imágenes. Si observamos a cualquier grupo de personas, será fácil colegir que ninguna mente escapa a esa condición universal de estar ocupada con imágenes que deciden la acción a seguir por el sujeto. Esto significa que, además del rasgo general aludido en primer término, si la persona no sabe dominar sus imágenes, se convierte en un conspicuo seguidor ciego de las mismas, generando las respectivas conductas y comportamientos.
Ateniéndonos a la vida cotidiana de cualquier ser humano, en esta primera parte presentaremos algunos ejemplos de imágenes que funcionan como energía mental fuera de control:
– El individuo celoso es víctima de una serie de imágenes que lo conducen al comportamiento celoso. En su mente hay un juego muy dinámico y veloz de imágenes relacionadas entre sí que generan conductas, a veces sin explicitar, de malestar, angustia o desconfianza y a veces explícitas, de agresión y reproche contra otra persona. En ambos casos, sea por el malestar interno o por la acción agresiva externa, el celoso es un fiel y ciego seguidor de sus imágenes debido a que no las puede dominar, quedando a expensas de ellas.
– La persona susceptible, irritable y de mal humor imagina burlas, agresiones u obstáculos que no son tales y se convierte en otro seguidor de sus imágenes. Al construir tales imágenes y seguirlas sin conciencia, el susceptible termina en comportamientos de agresión.
– El sujeto preocupado tiene su mente ocupada por imágenes relacionadas con problemas reales o aparentes que la absorben y a veces desconectan del entorno circundante. Y así como muchas veces convierte lo real en superfluo y lo aparente en real, también agranda o agrava lo que no reviste gravedad alguna o desatiende y relativiza lo que sí reviste gravedad y requiere atención. Ello ocurre porque no sólo construye tales imágenes, sino que también les confiere un poder y autoridad que lo llevan a seguirlas como si fueran reales.
– El individuo escéptico, cómodo, falto de voluntad y pesimista, ante la posibilidad de lograr un objetivo o llevar a cabo un proyecto, construye imágenes de desaliento y fracaso que debilitan la energía de la voluntad para llevar a cabo las acciones requeridas por el objetivo o proyecto. Es otro caso en que la mente claudica a instancias de imágenes pesimistas.
El que construye tales imágenes termina siendo un seguidor pasivo de las mismas, porque no puede ni sabe gobernarlas y por confundir la función de imaginar, al adscribir la misma a una función que siempre guarda un correlato fiel con la realidad. Así, cuando un celoso a ultranza, y al estilo del drama de Otelo, está convencido de que lo imaginado es absolutamente real, actuará en consecuencia. De igual manera, en el caso del susceptible, del escéptico y pesimista. Esta confusión que se repite a cada momento en la vida cotidiana, trae una variada gama de problemas a cada individuo, desde el que ofende con palabras, hasta quien lo hace agrediendo físicamente, desde el que gesticula por su enojo hasta el que guarda silencio o profiere ofensas.
(Agradeceremos contestar la breve encuesta semanal, ya que una simple tilde nos permitiría aproximar nuestras notas y reflexiones hacia los
temas más sensibles y críticos)