Cuando el devenido a rico no puede dejar de ser pobre
Salvo los casos de equilibrio emocional y de honestidad intelectual en el conocimiento de sí mismo, es por todos conocida la tendencia generalizada a ocultar el origen familiar cuando está de por medio la pobreza y, a la inversa, a remarcar el origen fastuoso del cual proviene cada individuo. Es como si el origen vinculado con una situación de escasez y pobreza constituyera un estigma vergonzante, mientras que el vinculado con la prosperidad y la riqueza, tiende a ser socialmente proclamado y admirado.
A su vez, existen muchos ricos que habiendo descendido tenuemente a condiciones de pobreza, no logran advertir tal descenso, hasta que las generaciones siguientes se dan cuenta de tan cruda realidad. Esto pone en evidencia la dificultad para aprender la lección de la pobreza, como si el aprendizaje y la conciencia huyeran al recordar tal situación.
Una máxima logosófica, que para muchos resultaría implacable y exagerada, sostiene que “quien no aprendió la lección de la pobreza será pobre aun en la opulencia”. Ello desata una controversia válida, al tiempo que nos ayudaría a comprender dos situaciones accesibles a la observación cotidiana:
- En primer lugar, la situación de aquellos que habiendo accedido a la riqueza desde la pobreza sufren regresiones irreversibles con la amenaza de volver a la pobreza.
- En segundo lugar, el caso de quienes siendo ricos y afortunados por su origen, pueden caer en el abismo de la necesidad y la escasez a través del acercamiento a la espiral descendente de la pobreza y el menoscabo. Es la caída irreversible y paradójica del rico en la pobreza.
Sin dejar de tener en cuenta que el estado de pobreza la mayoría de las veces responde, salvo los casos extremos de necesidad, indigencia y explotación, a una medición o prejuicio social subjetiva e inducida por el modelo consumista, es posible observar los elementos condicionantes de la caída en la pobreza insuperable:
- Quien es pobre no sólo sufre ese estado, sino que suele ocurrir que la virulencia y el dolor del mismo generen un sufrimiento paralizante que lo conduce a la falta de esperanza respecto de su futuro. Esto impide aprender la lección de la pobreza.
- Al estar sometido al sufrimiento del presente, al pobre le resulta difícil comprender y conocer las causas subjetivas de su estado de pobreza, atribuyendo la misma a un factor puntual o incidental localizado en el pasado. Es así como se verá impedido, exceptuando obviamente los casos de inequidad socio-cultural, para aprender la lección de la pobreza.
- Hasta ahora, y de manera general, tenemos tres componentes universales a tener en cuenta en la lección de la pobreza: clausura en el dolor presente, ausencia de esperanza en el futuro y falta de conocimiento de las verdaderas causas de la pobreza.
Por otra parte, la experiencia cotidiana nos permite observar a gran cantidad de pobres que dejaron de serlo al adquirir en el momento presente una fortuna o bienes heredados o por haber logrado el acceso a una actividad lucrativa. En términos estadísticos dejaron de ser pobres. Pero, en términos pedagógicos, quizás continúen siéndolo.
Esta última situación ocurriría cuando el devenido a rico ignora las causas de su actual situación favorable. Acceder a una nueva situación, como en este caso, no es una cuestión de azar ni de suerte, pues obedece a una relación causal y a factores que condujeron al cambio de un estado a otro. Y si entre tales factores se presentan la suerte o el azar el sujeto no aprenderá de los mismos y se verá imposibilitado de promover un aprendizaje consciente que consolide su situación favorable.
Dado que la suerte y el azar no son generadores de capacidades, y teniendo en cuenta que muchos nuevos ricos no indagan el por qué de tal cambio, ni toman conciencia de las posibles capacidades que tuvieron para cambiar su situación, se mantienen al margen del aprendizaje requerido y se exponen al menoscabo. Pues no valoran su talento para prosperar y quedan sumergidos, aún en medio del disfrute, en el vacío de la “providencia imaginaria de la buena suerte”.
Conocer esos factores y capacidades forma parte de la lección de la pobreza y permitirá el ejercicio de la autonomía, contribuyendo así al mantenimiento de las condiciones de prosperidad. Se trata del pobre que dejó de serlo por haber aprendido a consolidar su fuerza de voluntad y a mantener la firmeza de la decisión en pos de un objetivo de superación.
De allí que la visión pedagógico-causal de la pobreza, describe al pobre como aquel a quien todavía le falta lograr las capacidades que todavía no posee.
En consecuencia, aprender la lección de la pobreza requiere poseer el conocimiento de la capacidad que se tiene y la conciencia para adquirir las capacidades de que se carecen para afianzar en el presente el estado de prosperidad y fortalecer la voluntad para encarar proyectos de superación, siempre y cuando no medien, como acabamos de señalar, las condiciones invencibles de la inequidad social y cultural y de la explotación.
Sin estas condiciones básicas, el sujeto no aprenderá la lección de la pobreza y se expondrá inexorablemente a vivir en la pobreza aun cuando la opulencia lo favorezca transitoriamente. Cuando esto ocurre, y sin que se lo advierta de manera fehaciente, se produce un fenómeno de desaceleración y de retardo de las condiciones de progreso y prosperidad. Esto genera inevitablemente el acercamiento gradual a una espiral descendente e inadvertida que conduce a la pobreza y al menoscabo.
Este es el riesgo pedagógico-formativo de quienes, por vivir en el disfrute de los bienes recibidos, gozan de un presente impregnado con la fantasía de lo permanente y definitivo, sin advertir que se exponen a transitar de manera inexorable el camino de la pobreza irreversible.
Dr. Augusto Barcaglioni