Mecanismo de la mente violenta

Todos vivimos una cultura atravesada por un dualismo en el que la declamación de conductas éticas no logran concretarse en actitudes que las respalden de manera viva y concreta, quedando en la simple teoria. Los padres, educadores y líderes políticos proclaman valores y desde diferentes rincones de la comunidad se busca instaurarlos ante el desánimo de una crisis que los considera irreversiblemente perdidos.

Nadie puede explicar por qué ocurren ciertas aberraciones que antaño estaban en el cómodo catálogo de las cosas “que nunca van a ocurrir”. Los hechos nos están diciendo que ese catálogo es anticuado, que todo es posible y puede suceder. Así, en un lugar impensable de encuentro y diversión juvenil, ocurren situaciones en las cuales los participantes liberan sin control la violencia que tienen dentro de sí mismos.

Analizar tal violencia desde la periferia de los efectos es insuficiente, porque nos detiene en la espuma de los hechos sin llegar al fondo de sus verdaderas causas. Detrás de tanta angustia y contradicciones, se esconde la usina generadora de los desaciertos e incoherencias: la mente obnubilada y descontrolada, potenciada por la frivolidad y la insensibilidad.

La perturbación mental que se observa en autores de delitos aberrantes y de actitudes reñidas con la convivencia, proviene de pensamientos e imágenes que dominan sus mentes. Sea para lavar el amor propio herido, para salir del anonimato, por venganza, sea por el desplante recibido por portar tal idiosincrasia o modo de ser, o por una broma mal interpretada, todo ello desencadena, en quienes se encuentran faltos de recursos mentales y emocionales, un juego de imágenes que obnubilan la mente, destemplan el razonamiento y anestesian la conciencia.

Ante una usina mental con semejante perturbación, y sin las herramientas que permitan el control de sí mismo para enfrentar a conciencia el desborde, seguramente el desenfreno y la conducta violenta serán el resultado de una alteración y penumbra atribuíbles a la dejadez y a los hábitos disfuncionales que debilitan el querer consciente.

Por eso, es necesario tener en cuenta los aspectos cognitivos, emocionales e instintivos que se presentan y actúan a instancias de una conciencia cauterizada que responde ciegamente a una multiplicidad de estímulos seductores. En esta vida edulcorada por ilusiones, sin creatividad y mucho aburrimiento, la fuerza vital de la virtud queda debilitada y deja a los jóvenes en el océano de la deriva, buscando la forma de matar el tiempo.

Para que un valor se concrete y plasme en la conducta y en la convivencia, hay que acceder al peldaño de la virtud. Cuando los valores se activan y adquieren vida en un pensar, sentir y actuar conscientes, se transforman en cualidades y actitudes orientadas al bien. Aplicar este principio ético permitirá resolver las causas de la violencia social y comprender el mecanismo de la mente en la que se gesta la trama de la anarquía interna.

El debilitamiento y falta de voluntad genera la sumisión ante los atractivos de la vida fácil y de la comodidad, donde la falta de proyectos anestesia la inteligencia y potencia la ilusión de que todo vendrá de arriba sin esfuerzo ni disciplina. En los rincones de una mente solitaria, deprimida, reprimida u oprimida, el bullicio anárquico de los pensamientos pugnan por convertir en realidad cualquier absurdo o disparate.

Si tenemos en cuenta que el tramo que va de la indiferencia a la violencia está compuesto por tramos de aburrimiento, desgano, desamparo y anarquía, el gran desafío para los padres y educadores actuales será trabajar para que los adolescentes y jóvenes puedan conocer sus propias imágenes y tendencias impulsivas sin ignorar la máxima socrática del “conócete a ti mismo”.

Si la escuela y la familia enseñaran a observar el contenido de los pensamientos e imágenes mentales que dominan la conducta humana y brindaran el método para un constructivismo pedagógico en el que prevalezcan metas de superación personal y compromiso social, es probable que los valores se fortalecerían en cada virtud y la violencia se debilitaría gradualmente

Cognitio
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Dr. en Ciencias de la Educación. Profesor de Lógica y Psicología (UCA). Contacto: barcaglioni@hotmail.com.ar