Climas para aprender en bienestar

Hacia una conducción institucional centrada en las personas 

Como principio pedagógico básico y elemental, la naturaleza del proceso de aprendizaje reclama estar asociada a condiciones de bienestar y nunca de malestar. De allí la necesidad de crear siempre “climas nutrientes” que permitan y faciliten aprender con alegría y confianza. Se entiende por clima nutriente de aprendizaje ese ámbito dinámico capaz de generar estímulos, confianza en sí mismo, entusiasmo y voluntad de aprender. Lejos del control y la rigidez, durante el desempeño de la tarea didáctica emergen espontáneamente la integración y los vínculos interpersonales, formando parte activa y dinamizadora de un proceso creativo orientado a enseñar y aprender de manera constructiva y artesanal. 


Sin embargo, el malestar se instala cuando la violencia de un modelo rígido de conducción interfiere, condiciona, perturba y/o impide ese ámbito de convivencia y alegría, propio de los grupos de aprendizaje. En tal situación, la confianza en sí mismo va mermando para ceder paso al temor y al descontento provocado por diferentes tipos de “violencia blanca” ejercida, muchas veces inadvertidamente, por los diferentes actores del proceso. 

Hoy trataremos de abordar el ambiente escolar desde una perspectiva distinta o, si se quiere, complementaria, pero no por ello carente de validez. Se vincula con la vida misma de la institución escolar, con lo que ocurre entre sus paredes y galerías y que configura lo que se denomina en general “clima institucional” o clima laboral docente. Cuando hablamos de clima institucional, en realidad estamos aludiendo a las consecuencias negativas o positivas provenientes de un estilo de conducción y al ejercicio de una autoridad orientada de manera adversa o favorable al crecimiento y al desarrollo de quienes intervienen en el proceso formativo. 

Por esta razón, como una de las posibles hipótesis para abordar el rendimiento pedagógico, tomaremos aquella que plantea y encuadra tal problemática en el marco de la crisis de autoridad. En realidad, la llamada crisis de autoridad es una figura bastante reiterada y, por no haberse encarado a fondo los problemas relacionados con la visión sistémica de la convivencia, hoy prácticamente resulta una figura obsoleta cuando se quieren explicar sus causas. A tal punto ello es así, que se ha producido un desplazamiento hacia consideraciones (también válidas y reales) que explicarían tales problemas desde la crisis socio-cultural, económica y humana en general. 

En general, se piensa que la autoridad guarda correlato con la obediencia, como si la existencia de la primera reclamara inevitablemente la presencia de la segunda. Por eso, en la práctica rutinaria se considera que la obediencia es un efecto del ejercicio de la autoridad. Si el ejercicio de la autoridad es excesivo (abusivo) o deficiente (precario), la obediencia se va convirtiendo en mero acatamiento y en pasividad y sumisión de pensamiento. Tal disfunción impide pensar con rigor y puede afectar tanto al docente respecto de sus directivos, como al alumno respecto de sus docentes. Esto explica por qué se han desprestigiado las palabras autoridad y obediencia, ya que la primera genera una imagen de rigidez y la segunda de sumisión. Y ambas convierten a los individuos en autómatas pasivos y a los grupos en dispersos y sin cohesión ni sentido crítico. 

Otra cosa es la observancia y el respeto inteligente, que se nutren en la autonomía intelectual y se subordinan a la creatividad de quien comprueba que tal o cual ordenamiento o exigencia resulta legítima y beneficiosa para la mejora del clima institucional. La vigencia de un clima armónico de respeto y participación reclama inexorablemente el ejercicio inteligente y equilibrado de una autoridad puesta al servicio de las personas, tanto en su función de enseñar como de aprender. 

Caso contrario, la crisis educativa se acentúa y desemboca en una escuela que, poco a poco, va dejando de promover la alegría de enseñar y aprender con creatividad creciente para albergar un estado emocional que perturba el logro de los resultados esperados. Resolver la crisis educacional supone un cambio de paradigmas y de modelos mentales que revitalice y fortalezca el clima laboral docente como objetivo central insoslayable, inclaudicable y no negociable mediante proyectos centrados en el logro de la superación humana y en la dignidad personal de quienes enseñan y aprenden.



Dr. Augusto Barcaglioni


(Agradeceremos contestar la breve encuesta semanal, ya que una simple tilde nos permitiría aproximar nuestras notas y reflexiones hacia los 
temas más sensibles y críticos)


Dr. Augusto Barcaglioni
Sobre Dr. Augusto Barcaglioni 264 artículos
Dr. en Ciencias de la Educación. Profesor de Lógica y Psicología (UCA). Contacto: barcaglioni@hotmail.com.ar