Enfoque pedagógico-sistémico del sufrimiento humano

El aprendizaje alivia el camino del dolor

Desde una visión pedagógica y sistémica, el sufrimiento humano es un emergente a modo de consecuencia surgida de factores o causas muchas veces desconocidas. De allí que cuando se conocen sus causas y se comprenden las razones de lo que se está sufriendo, el dolor tiende a atenuarse o diluirse. Aún cuando no se lo extirpe de manera total, no es lo mismo el dolor incomprendido, atribuido muchas veces a la fatalidad o a la mala suerte, que el dolor aceptado por la vía de la comprensión y el conocimiento causal del mismo.

De allí que el ser humano puede llegar a la serenidad frente al dolor cuando conoce las causas de su gestación. Y de la serenidad surge la aceptación. Esto explica cómo aquellos que han sufrido pérdidas irreparables puedan sobrellevar el sufrimiento y continuar viviendo con dignidad. 

A pesar de lo difícil que ello resulta, el inevitable sufrimiento en la vida, desde una pequeña afección física hasta la enfermedad irreversible, pasando por tantas otras formas relacionadas con situaciones irreparables que involucran los afectos o bienes personales, coloca al sujeto en una encrucijada que él mismo deberá aprender a resolver con autonomía y amplitud mental. Es la encrucijada por la que el sufrimiento se presenta como una bifurcación de opciones: o se lo comprende y acepta el veredicto de la realidad o se rehúye la comprensión de sus causas buscando formas distractoras a modo de anestesia provisoria que terminan en el resentimiento y la rebeldía improductiva. 

El modo de resolver ese punto de bifurcación diferencia la mente creativa de la mente reactiva. La mente creativa se adapta a los cambios planteados por el sufrimiento, no por la vía de la resignación pasiva sino a partir de la comprensión y el conocimiento causal. La mente reactiva, en cambio, no puede adaptarse al cambio y rehúye por vía de reacción y rebeldía a toda forma de comprensión y adaptabilidad a las nuevas circunstancias planteadas por las diversas formas en que el sufrimiento se manifiesta.

El hecho que provoca y desencadena el sufrimiento en realidad es el último eslabón visible de un encadenamiento causal no percibido con anticipación. El sufrimiento que emerge de una guerra o de un conflicto social o familiar tangible, es el acontecimiento final de un proceso causal que fue gestando inadvertidamente, o intencionalmente (como en los casos de inequidad), el episodio doloroso. Esto significa que el sufrimiento aparece tangiblemente al final de un recorrido intangible que, de haberse advertido a tiempo, podría haber evitado el dolor irreversible e implacable del presente. 

Surge, entonces, el interrogante pedagógico acerca de qué tipo de aprendizaje mitiga y neutraliza el camino del dolor. No se trata de aceptar el sufrimiento, al modo como lo hacen quienes por razones mágicas se adaptan al mismo desde una resignación anestesiante que trata de justificarlo o explicarlo de manera periférica .

Para que el sufrimiento se convierta en fuente de conocimiento y aprendizaje, es necesario llegar a la comprensión más profunda y sutil posible a fin de que, con el tiempo, emerja el conocimiento causal del mismo. Si bien la visión sistémica del sufrimiento permite el acceso a una percepción abierta y creativa ante un hecho fallido y doloroso, siempre el sujeto podrá advertir dos campos de observación cuya opción han de definir la calidad de su aprendizaje.

Un primer aspecto estaría dado en el campo en el cual un hecho adverso, como el fracaso en sus múltiples formas, la enfermedad, la pobreza, se presentan en su faz material en la que, abusando del término, serían “técnicamente explicables”. Esta explicación, si bien ayuda a comprender el dolor y el sufrimiento, no es suficiente y hasta podría resultar engañosa si el sujeto o una comunidad no llegan a un nivel de comprensión más profundo que permita calar el modelo mental del cual emerge y se origina todo sufrimiento.

Este segundo plano es el plano mayéutico, donde el sujeto o la comunidad no se distancian del hecho adverso sino que se interrogan acerca de por qué, aparte de la perversa intención del estafador o del demagogo, por ejemplo, éstos conquistaron sus mentes a través de imágenes y pensamientos engañosos y seductores. Este nivel de observación, a diferencia del primero, no separa al sujeto de los hechos sino que apunta al modelo mental, a los valores y actitudes que subyacen como causalidad próxima y remota en todo sufrimiento. Desde este campo de observación, el sujeto logra el conocimiento que lo habilitará para ejercer en la vida cotidiana la experiencia de un aprendizaje sutil y profundo.  

De allí el valor de la educación como proceso activo que debe permitir a cada individuo, y siempre en la medida que ello sea posible, conocerse a sí mismo a fin de prever y advertir con anticipada comprensión los procesos intangibles de gestación del sufrimiento. Si bien tal previsión y anticipación no es posible en términos de certeza absoluta, igualmente se hace necesario ayudar a pensar con más amplitud y a reflexionar para ponderar con ecuanimidad cada situación hostil o dolorosa.

Ello ha de exigir, tanto a los padres como a los docentes en general, promover en los jóvenes un proceso activo de ampliación de la conciencia a fin de que la comprensión habilite el fortalecimiento expansivo de la mente y la sensibilidad. Por eso, el ejercicio del arte de educar se define esencialmente en términos de superación de los modelos mentales rutinarios y de ampliación de la conciencia hacia un campo perceptivo que coloque al mismo sufrimiento humano en una verdadera oportunidad de aprendizaje y superación personal. 

La visión sistémica del sufrimiento nos conduce, por tales razones, a una percepción abierta y profunda de lo que nos sucede, sin dejarnos en la inmediatez ni en la estrechez de la pérdida o hecho fallido. Es por ello que, para un sujeto creativo y mentalmente lúcido, el sufrimiento puede convertirse en fuente de conocimiento y aprendizaje que, según los casos, podría llevar a replanteos profundos y a un cambio radical en el modo de percibir la propia vida y el mundo circundante. 

Dr. Augusto Barcaglioni

 

Dr. Augusto Barcaglioni
Sobre Dr. Augusto Barcaglioni 264 artículos
Dr. en Ciencias de la Educación. Profesor de Lógica y Psicología (UCA). Contacto: barcaglioni@hotmail.com.ar