No todos podemos tener la razón

Cuando nos equivocamos por creer tener la razón

Uno de los habituales generadores de discordias y conflictos en la vida cotidiana proviene de quienes sienten tener la razón en todo. La sensación de tener razón puede conducir a severos errores cuando el sujeto carece de la capacidad para advertir los cambios y variaciones de sus allegados y no es cauto para tolerar y reconocer tales cambios. Por eso, la sensación de tener la razón es paradojal y nunca debe apresurar a quien cree que siempre la tiene, a emitir juicios con un matiz descalificador o, incluso, enaltecedor.
Tal cautela requiere el ejercicio de una conciencia atenta al cambio de la realidad y de una  modestia que no recurra al apuro ni a la imposición. De allí que no basta con tener razón. Es necesario tener ciertas cualidades que no la hagan malograr por no saber manejar ni entender los innumerables detalles que rodean la vida y la relación con los demás. De lo contrario, tener razón desconociendo los matices de  la realidad propia y circundante, implicaría el riesgo de desviar el camino de la verdad y sembrar más caos en la mente propia y ajena. 
El tener razón desencadena una serie de estados psico-emocionales que, en muchos casos, no configuran una cualidad sino un riesgo. En tal sentido, podríamos enumerar algunos comportamientos frecuentes que se presentan en la vida cotidiana de quienes creen o sienten tener razón:
  • Soberbia: quienes tienen razón y la hacen valer con rigidez.
  • Vanidad: los que sienten que tienen razón y hacen ostentación de ello.
  • Indiscreción: los que tienen razón y la divulgan de manera imprudente.
  • Falta de tacto: quienes sienten tener razón, y probablemente la tengan, pero insisten y presionan a los demás para que la acepten, dando lugar al avasallamiento y a la imposición.
  • Debilidad: quienes tienen razón y no la hacen valer por desconfiar del propio tacto para comunicarse con los demás.
  • Necedad: quien tiene razón y, con ella en la mano, condicionan a quienes lo rodean para ser admirado o halagado.
  • Arrogancia: el que tiene, o cree tener razón y humilla por vanidad.
Como vemos, ante las diferentes circunstancias que se presentan en la vida, en el trato con los demás surge el problema de quién o quiénes tienen razón. Aquí podría radicar el germen de la discordia, de la competencia, de la manipulación y de la envidia entre los seres humanos.
Esto significa que se requiere, aparte de tener razón, algunas cualidades para que la posesión de la razón no se vea opacada o marchitada por los comportamientos enumerados en quien dice poseerla. Pues cualquiera de las deficiencias mencionadas anula el mérito de tener razón y coloca al poseedor en situación desfavorable.
El valor de poseer la razón en algo no es suficiente si no se posee tacto y delicadeza para esperar y dar tiempo a la comprensión de dicha razón por parte de los demás. Quien es consciente de la razón que posee, siente el deseo de vincularse con quienes lo escuchan y de observar de manera objetiva y serena sus intereses e intenciones. Fundamentalmente, quien tiene razón debe saber observarse a sí mismo a fin de no caer en el apresuramiento y en la falta de ubicación y de oportunidad en el momento de formular una expresión o comentario.
Y si a ello se agrega el caso de tener que tratar con aquellos que también sienten tener razón, la exigencia de ser sutil y preciso en la observación se hace evidente. De allí que quienes advierten que tienen razón y son cautelosos frente a los demás, poseen los atributos propios de la persona ubicada y modesta. Esta es una condición cuya observancia permitirá el logro de un trato afable, el intercambio enriquecedor y el ejercicio sincero de la tolerancia.
Dr. Augusto Barcaglioni
 
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Dr. Augusto Barcaglioni
Sobre Dr. Augusto Barcaglioni 264 artículos
Dr. en Ciencias de la Educación. Profesor de Lógica y Psicología (UCA). Contacto: barcaglioni@hotmail.com.ar